“Grandes del jazz internacional en Argentina (1956-1979)” de Claudio Parisi
Un dibujo colorido de Dizzie Gillespie vestido de gaucho tocando la trompeta sobre un caballo en pleno Buenos Aires. Esa es la portada de Grandes del jazz internacional en Argentina (1956-1979), el libro que acaba de publicar Gourmet Musical. Allí, el periodista y especialista en el género Claudio Parisi —no es un dato menor: también es arquitecto— delinea una radiografía de visitas de renombre a nuestro país. La de Gillespie, por ejemplo. Pero no es sólo anécdotas, también son entrevistas con todos aquellos testigos silenciosos y un nutrido corpus de fotos que da cuenta del polifacético universo jazzístico que guarda Buenos Aires y la Argentina.
En este documento histórico —lo es porque pinta magníficamente una época dorada— se entremezclan historias de recitales, banquetes, trasnochadas jam sessions (o «pizzas», como se las llamaba entonces) en boliches como Jamaica, 676 y La Cueva o en casas de los músicos locales, además de enseñanzas, amistades, borracheras, caminatas y aventuras por las calles porteñas. Ahora, en un breve intercambio vía mail donde el autor de este libro conversó con Infobae Cultura, presentamos la entrevista que funciona como un pantallazo sobre el poder del jazz y el objetivo inclaudicable de mantenerlo vivo.
—¿Cuál fue tu primer contacto con el jazz? ¿Te acordás cuándo y cómo se despertó esta pasión en vos?
—Desde chico me interesé mucho por la música (nací en el 60), a los 10 u 11 años ya escuchaba rock argentino y rock sinfónico, entre los 15 y 16 años era la época de ir con amigos a cambiar discos al Parque Rivadavia o al Centenario y recuerdo que ahí descubrí los primeros discos de jazz rock de la mano de Chick Corea, Return to Forever, Jaco Pastorius, Weather Report, etc. Es así como descubro el jazz, al cual empiezo a escuchar cada vez más, comienzo a investigar sobre los distintos estilos y de a poco fui dejando de lado el rock sinfónico para dedicarme casi exclusivamente a esta música afroamericana hasta el día de hoy. Siempre comento que para mí el jazz es como una gran habitación con muchísimas puertas (jazz tradicional, dixieland, bebop, hard-bop, free-jazz, jazz-fusión, etc.) adonde uno ingresa por alguna de ellas, y a partir de ahí recorre y descubre todos los estilos para nunca más dejar ese lugar.
—¿Cuál es la época dorada del jazz en Argentina, su momento de mayor fervor?
—La época dorada del jazz fue la década del ’50 y comienzos de los ’60 donde esta música era tan popular como el tango o el folclore. Eran los años de «La Típica y La Jazz». Había orquestas estables de ambos estilos en las radios, la televisión, las confiterías, los clubes y el furor en los bailes de carnaval. Con la aparición del rock, el jazz dejó ese lugar de privilegio.
—El libro narra, entre otras cosas, visitas de grandes músicos de jazz a nuestro país. Me gustaría pedirte que elijas cuatro.
— ¡Qué difícil! Porque podría elegir a cuatro músicos en base a mi gusto personal como por ejemplo Bill Evans, Charles Mingus, Cannonball Adderley y Stan Getz, o por la cantidad y riqueza de las anécdotas y ellos serían Dizzy Gillespie, Louis Armstrong, Ella Fitzgerald y Duke Ellington. Pero sintetizando y unificando los dos criterios elijo a: Dizzy Gillespie, Louis Armstrong, Bill Evans y Charles Mingus.
—En el prólogo, Gustavo Bergalli dice que «este libro que tienen en sus manos es una declaración de amor al jazz». ¿En algún momento pensaste que esa pasión podría impedirte analizar con cierta objetividad el género y todas las historias que narrás?
—En realidad mi amor a la música en general y la admiración a los músicos en particular me llevó a que todos los relatos sean de los protagonistas. Yo tomé textualmente lo que me comentaron todos los entrevistados y mi función en este libro fue la de ir organizando y tejiendo todas las anécdotas en base a los encuentros, los conciertos, las jam sessions, los boliches, etc, etc. Eso, desarrollado en cada capítulo. Justamente creo que esa «declaración de amor» a la que se refiere Gustavo es haberles brindado el libro por completo a sus protagonistas.
—¿Existe el jazz argentino? ¿Qué características adquiere el género en este rincón del mundo?
—Obviamente que existe un jazz argentino y que es muy rico. En nuestro país el jazz se mezcla y fusiona con todos nuestras músicas populares, como por ejemplo nuestro folclore, el tango y últimamente hasta con nuestro rock. Personajes como el Gato Barbieri o el grupo Quinteplus comenzaron con todas estas mixturas. Con el tiempo aparecieron otros grupos y solistas tan importantes como aquellos, por ejemplo el Quinteto Urbano, Escalandrum, por solo nombrar algunos. Las influencias van desde Miles Davis a Astor Piazzolla, de Thelonious Monk al «Cuchi» Leguizamón, de Jim Hall al Flaco Spinetta, etc.
—¿Y el público?
Con respecto al público considero que el jazz, a pesar de haber nacido como una música popular, en la actualidad no lo es tanto, ni en nuestro país ni en ninguna parte del mundo. Hoy en día hay como un resurgimiento, tenemos cada vez más músicos, más boliches, más escuelas pero el público sigue siendo reducido, no crece en la misma dimensión.
—La última, ¿qué tiempos atraviesa el jazz en la actualidad?
—En la Argentina de hoy tenemos como un resurgimiento y valoración del jazz. Es por eso que la mayoría de los visitantes se presentan en Teatros grandes o estadios como el caso de Herbie Hancock en su última visita que tuvo que tocar en el Luna Park. Con respecto al jazz local, tenemos festivales en varios lugares, pero sobre todo en Capital y Gran Buenos Aires hay presentaciones todos los días de la semana, pero lamentablemente con un público limitado para tanta oferta. Creo reconocer que la función y el objetivo es también tratar de mantener muy vivo al jazz.
Fuente: Infobae