1 Los Ángeles. En la clandestinidad
Al fondo de un callejón que desemboca sobre el Hollywood Boulevard se esconde la mansión victoriana más antigua de Los Ángeles. No tiene otra indicación más que un simple cartel, como los de los hoteles, que advierte: «No vacancy» (no hay más lugar). Cada noche a partir de las ocho, un cowboy custodia la entrada y su mirada apenas se ve debajo del ala del Stetson. Durante toda la noche, decidirá quién entra y quién no.
Este lugar -que se llama de hecho No Vacancy- es el último bar clandestino de la ciudad. Los tiempos de la Prohibición terminaron hace mucho, pero este bar recrea aquellos años marcados por el contrabando y las mafias. Es un lugar único, ambientado como en los años 20, con empleados vestidos de época. Luego de pasar varias puertas, los clientes llegan al bar clandestino con sus distintos espacios, donde hay músicos, juglares, DJ y por supuesto barras. Se sirven los mejores tragos de Los Ángeles y Hollywood, según los habitués. El bar fue creado por los hermanos Houston, que tienen varios lugares más de culto en la noche de la megalópolis, como el famoso Harvard & Stone.
En No Vacancy se conservó la arquitectura original para que los clientes sientan que empujaron las puertas del tiempo y se apresten a vivir una noche como en los tiempos de la Prohibición.No Vacancy ocupa una casona de 1902 en lo que fue en otros tiempos el Juniper Hotel. Tiene un patio exterior con un bar al aire libre y fogones donde se recrea el ambiente de las fiestas del Hollywood de los años 20. Un trago para recomendar: el China Doll (con caprock gin, agua de jazmín, jugo de limón, crema de coco y jazmín y clara de huevo).
Para tener más chance de pasar el filtro de la puerta, se recomienda llegar temprano y vestirse de la manera más elegante posible. La entrada es en North Hudson Avenue 1727, a partir de las 20.00.
2 San Francisco. Como en Hawai
En San Francisco hay de todo, para todos. Hasta abrió un pop up bar lleno de ratas el pasado junio (en el complejo de atracciones del Dungeon, sobre Fisherman’s Wharf). Por suerte, no hay que llegar a tal extremo para disfrutar de uno de los bares más curiosos de la ciudad. El Tonga es el lugar menos pensado… y el más kitsch. También el más logrado de los tiki bars de Estados Unidos, aquellos locales ambientados con temática hawaiana que fueron furor en los años 50 y 60. Ocupa lo que fue la pileta cubierta original del hotel Fairmont, construida en 1929. La ambientación relacionada con las islas del Pacífico llegó más tarde, creada por Mel Melvin, un directivo de la Metro Goldwin Mayer.
Finalmente, durante el año del Summer of Love -en 1967, mientras San Francisco recibía a los hippies del mundo entero- el restaurante recibió el look que tiene ahora: paredes, techos y mesas inspiradas en las grandes casas tribales de los pueblos de Polinesia. La pileta ocupa la parte central del espacio y es visible desde todas las mesas. Y es lo suficientemente grande como para recibir una embarcación que sirve de escenario flotante para bandas de músicos. Por si fuera poco, como en las verdaderas islas Tonga, cada tanto irrumpen los relámpagos para provocar una fina llovizna.
El Fairmont es un hotel histórico construido por las hijas de James Graham Fair, el histórico Bonanza Jim (el afortunado descubridor del mayor yacimiento de plata de Estados Unidos). Está en el barrio de Nobb Hill. La entrada del hotel y del Tonga Room &Hurricane Bar se encuentran en Mason Street 950. Se pueden pedir muchos cocktails exóticos, el mítico Singapore Sling (emblema del Raffles de Singapur), o bien tragos a base de ron, como un Mai Tai.
3 Nueva Orleans. Tragos, en la calesita
Tal vez sea el único local donde todo se ve girar antes siquiera de haber empinado el codo… Y la razón es que para pedir su vaso hay que sentarse a bordo de una calesita. Se trata de un aparato circular que gira alrededor del barman y puede recibir a 25 clientes a la vez. Se encuentra en el bar del Hotel Monteleone, en el Barrio Francés. No siempre tuvo al aspecto rutilante que se le ve en la actualidad: el techo fue agregado durante obras en los año 90, junto a iluminaciones con efectos que simulan estrellas fugaces.
La calesita que conocieron Liberace y otros artistas que solían tocar en la discoteca del hotel era entonces mucho más sencilla. Con o sin refacciones, el bar conservó lo que desde siempre constituye su éxito -tanto o más que la calesita: su ambiente Big Easy, típico de NOLA (el acrónimo que se le da familiarmente a Nueva Orleans en Estados Unidos). El bar del Monteleone recibió a muchos famosos, sobre todo del mundo de las letras, como Hemingway, Faulkner y Tennessee Williams.
No hay que extrañarse de que haya sido mencionado en varias obras, que van desde The Rose Tattoo de Tennessee Williams a Band of Brothers de Stephen Ambrose, A Piece of My Heart de Richard Ford o Una noche antes de la batalla de Ernest Hemingway.Además de girar, el bar es famoso por su música en vivo y por sus cocktails. Se menciona que dos tragos fueron inventados por bartenders del Carousel: el Vieux Carré (a base de amargos, cognac y vermouth) y el Goody (con diferentes tipos de ron, jugo de piña y de naranja).
El bar figura habitualmente entre los mejores dentro de grandes hoteles en Estados Unidos. Está en la Royal Street 214.
4 Portland. Pesadillas aseguradas
La obra de H.P. Lovecraft y el mito de Cthulhu inspiraron el lugar más escalofriante del puerto de Oregon. Las almas sensibles tendrían que abstenerse de empujar las puertas de este bar: sus dueños aseguran que quienes lo hacen pueden tener «pesadillas durante varias noches».
La oscuridad y la decoración hacen referencia a las horrorosas y sangrientas historias de los cuentos de Lovecraft. Más que sobrenatural, la ambientación es macabra pero está tan bien lograda que el local siempre figura entre los mejores bares temáticos del mundo, junto con otro que podría ser considerado como su primo: se trata del Giger, en el pueblo suizo de Gruyères, ambientado como dentro del esqueleto del Alien de las películas de ciencia ficción.
El Lovecraft Bar atrae a los fans de los géneros más oscuros de la literatura y del cine, pero también a otro tipo de público con fiestas temáticas que organiza regularmente en torno de la música industrial, punk y gótica. Los festejos se realizan bajo los ojos del Cthulhu, que brillan en la oscuridad y parecen vigilar todo lo que pasa. No hay que esperar happy hours para conseguir descuentos sobre los tragos: pero en realidad sí, hay un happy hour durante el cual se pueden conseguir buenos precios poniendo mala cara.Se encuentra en SE Grand Avenue 421.
Allí se organizan varios eventos culturales, como la Love Craft Fair mensual y las proyecciones de películas de terror los lunes por la noche. Durante algunos años hubo otro bar ambientado en torno de la obra de Lovecraft, pero en el Village de Nueva York. Cerró sus puertas en 2017.
5 Nueva York. Detrás de los panchos
Durante los tiempos de la Prohibición, los speakeasy estaban escondidos y eran conocidos solo por los iniciados. Y aunque esa época terminó hace mucho, algunos locales juegan la carta de la clandestinidad para llamar la atención y atraer a los clientes en tiempos de publicidad y de redes sociales. Hay varios de este tipo en Nueva York, como el bar estudiantil que abre de noche en la trastienda de un barbero. Pero el más divertido de todos ellos es el PDT, Please Don’t Tell: ubicado en el East Village, se llega por medio de un estratagema semejante al ingreso a Diagon Alley en las aventuras de Harry Potter. Hay que entrar primero a un local de panchos con ciertos aires hispanos, hacer su pedido y esperar su turno para entrar en una cabina telefónica. Se disca entonces el 1, esperando que alguien descuelgue.
Este bar clandestino es victima de su éxito y a veces las esperas son muy largas, cuando no imposibles. Se recomienda llamar para hacer reservas o bien ir al momento de la apertura y no esperar hasta la noche. Cuando el local está completo, el teléfono puede sonar sin que nadie descuelgue. Los que logran entrar descubren un espacio intimista y pueden disfrutar de tragos y platos de autor. La decoración y el ambiente son diametralmente distintos al pequeño local de panchos.El PDT -o mejor dicho el local Crif Dogs- está St Marks Pl 113,, a media cuadra del Thomkins Square Park. Abre de lunes a jueves y los domingos de 18 a 2. Los viernes y sábados hasta las 4 de la madrugada. Reservas al +1 (212) 614-0386.
Fuente: Pierre Dumas, La Nación