El arte no es algo inaccesible, algo destinado sólo a quien entiende del tema. Cualquiera puede pararse frente a una obra y dejar que la emoción llegue. Las artes plásticas no están reservadas exclusivamente para los museos. La pintura, la escultura, el dibujo, el grabado, hasta la orfebrería y la artesanía, pero también los murales y la arquitectura son parte de las Bellas Artes. Hay mucho para ver en la calle, al paso.
Para salir de la rutina, y enfocar la vista, cinco artistas plásticos cuentan cuál es su obra favorita que se puede encontrar en la calle. Lienzos urbanos que tal vez pocos se detienen a observar porque se naturalizan ahí, como parte del paisaje. Así más personas pueden empezar a mirar lo que nunca ven.
1. Los gatos de Nicolás Romero Escalada (Ever)
Frente completo de una casa con gatos, mural de Nicolas Romero Escalada. En Serrano 982./ Rafael Mario Quinteros
Reconocida artista visual y docente, Diana Aisenberg es una de las personas más influyentes del arte argentino de las últimas décadas, con su obra y también como formadora de nuevas generaciones en sus talleres y clínicas, que dicta desde hace más de 30 años. Eligió esta obra de un joven muralista argentino que busca visibilizar lugares improbables con su arte.
Diana Aisenberg, Artista Plástica. / Télam
“Estoy harta de las personas con sus gatos, y la cantidad de gatos que pueblan las redes sociales. Podría suponer que no necesitamos más gatos, menos en murales. Pero estos que están ahí, en el frente de esta casa, esa gran población de gatos, no son gatos de verdad. Son como de calendario de la farmacia del barrio, o de poster de gomería. Y coronándolos, desde un retrato, está Carlos Marx. Esta obra me remite a muchas cosas. Ante todo, me da gracia. Además roba la mirada. Algo que te de ganas de mirar, y de sonreír, se agradece mucho en la ciudad”, dice Aisenberg.
“Estoy harta de las personas con sus gatos, y la cantidad de gatos que pueblan las redes sociales“
Diana Aisenberg
Y con alma docente, deja un análisis: “Hace alusión hoy a una estética del pop ruso, post perestroika, casi como si fuera de la película Good Bye Lenin. La obra tiene algo ilegible, porque puede ser tan idiota como inteligente. Va más allá de la ideología, perodeja cierta pregunta sobre el poder. Se puede ver en la construcción piramidal del dibujo. También cuestiona qué es, cómo se traduce, cómo se habla del poder. Parece un capricho, pero no lo es. Hay relación entre Marx y los gatos, ya que los consideraba una posesión burguesa. Esto de la relación del gato con el comunismo, por ejemplo, me hace pensar en un argumento que estoy escuchando en Buenos Aires, que la militancia por el aborto es el nuevo comunismo. Y creo que en este mural hay data para mirar de reojo a muchas cosas que se dicen ahora, y que están pasando”.
En el frente de una casa que está en Serrano 982, barrio de Palermo, C.A.B.A.
2. Una fuente de agua en un patio de museo
Sencilla y bella. La fuente del museo de calcos. / Museo de la Cárcova
Pintora, docente, curadora y gestora, Graciela Hasper es una ganadora serial de premios y becas. Hace cuadros, dibujos, fotografías y diversos proyectos urbanos, entre otros Notas de Luz(2016), una instalación lumínica ubicada bajo la autopista Buenos Aires–La Plata, frente a La Usina del Arte. Eligió esta fuente que está al fondo del Museo de Calcos y Escultura Comparada Ernesto de la Cárcova, que depende de la Universidad Nacional de las Artes (UNA).
“El espacio completo es hermoso. A mí me fascinan las fuentes de agua. Las busco, voy, les saco fotos, las registro y así las colecciono. En este caso, esta es la fuente que me gusta más de la Ciudad de Buenos Aires. No tiene movimiento, es como un espejo de agua. Es bella igual. O por eso es bella. Es un lugar mágico, hermoso”, dice Hasper.
Graciela Hasper, Artista Plástica.
Un poco más técnica, explica: “La fuente, del siglo pasado, es circular, está cubierta con mayólicas, al estilo morisco, enteramente en azul y blanco. Dicen que la instaló el mismo Ernesto de la Cárcova, en 1928. A fines de los 70, Eduardo Bernard Levy, que era profesor de la entonces Escuela Superior de Bellas Artes, le hizo un relieve cerámico de peces y soles, que parecen reflejarse en el agua”.
En Avenida España 1701, en las cercanías de la Reserva Ecológica, en el barrio de Puerto Madero, C.A.B.A.
3. Mural 0908, de Pablo Siquier
Mural continuado en columnas y piso de Pablo Siquier en el vestíbulo de la estación Carlos Pellegrini línea / Rafael Mario Quinteros
Biólogo graduado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), artista visual y curador, Pablo La Padula viene desarrollando una obra que ligada a la práctica científica, que bucea entre el arte y la naturaleza. Eligió los túneles que hizo en 2009 el artista plástico argentino Pablo Siquier para el programa Subte Vive, de Metrovías, con 308 azulejos amurados a la pared a lo largo de un pasillo.
Pablo La Padula, artista olástico.
“Un día de semana, tal vez a las cinco de la tarde, caminando bajo el epicentro de la ciudad, la experiencia sensorial puede ser extrema y agobiante. Es en esa maraña de pasillos, andenes y columnas de gente donde uno suele sentirse objetivamente una hormiga. Pero es a través de esta apabullante concientización de nosotros mismos donde el espíritu de seres originales y únicos sobre la tierra decae más bajo que el propio subte”, reflexiona La Padula.
Sobre su obra elegida, dice: “En esos hormigueros humanos hay un mural de proporciones humildes, sin estridencias publicitarias ni piruetas gráficas grandilocuentes. En ese encuentro nuestro cuerpo es convocado a un remanso de subjetividad y percepción. Un aquietamiento del deber ser y un tropiezo fugaz con un artista y con uno mismo. Eso habilita una introspección gráfica sobre el discurrir hormiga de la sociedad. Hay recursos gráficos que tributan, sin evidenciar, plantas de planos, mapas, infografías y hojas de rutas olvidadas. Pero este mapa no cumple misión alguna de orientación formal. Desmarca al transeúnte y lo catapulta desprevenido a una colisión consigo mismo. Como si el humilde mensaje del artista fuera: no olvides también de leerte a vos mismo si querés llegar a buen destino”.
En el vestíbulo de la estación Carlos Pellegrini, de la línea B, que combina con las líneas C y D, C.A.B.A.
4. Lobo Marino, de Marta Minujín.
Llegó para quedarse. El lobo marino de alfajores de Marta Minujín en Mar del Plata, frente al Museo MAR. / Florencia Colli
Artista visual y performer, tal vez mucha gente conozca a Lux Valladolid por vestirse de billete de 100 dólares frente a la Casa Rosada, entre otros hitos. Con su obra, tan virtual como analógica, investiga el impacto social y cultural de las nuevas tecnologías en el comportamiento humano. Eligió un trabajo de la gran artista argentina Marta Minujín, que en un principio era efímera, porque estaba recubierta de papel de alfajor, pero después fue eterna, con nueva piel de metal dorado.
Textura. El lobo marino nació efímero pero luego fue recubierto en metal. / Florencia Colli
“Está en Mar del Plata. Un lujo de la gran Marta. Un gran homenaje. Me encanta porque me recuerda todo lo que amo y odio al mismo tiempo de mi ciudad. Los proyectos así, que juegan con las escalas, siempre me parecieron mágicos. La siento como una obra que de alguna manera también representa los opuestos: lo salado versus lo dulce, lo cotidiano contra el objeto de deseo, la pose frente a la realidad. Lo efímero del alimento que luego se adapta para resistir frente a las adversidades del clima costero”, dice Valladolid.
Lux Valladolid en arteBA, con su performance de los 100 dólares.
Para más datos, amplía: “Marta toma la figura del lobo marino, ícono marplatense que esculpió José Fioravanti en los años 40 en la Bristol. La inauguró en 2014, la obra original es un esqueleto, que estaba recubierto con envoltorios de Havanna, otro emblema de la ciudad. El público podía ir pelando la obra y después canjear el papel por un alfajor real. Meses después se reinaguró recubierto de alfajorcitos de aluminio, flasheo que lo hizo en dorado para evitar el óxido”.
En el frente del Museo Mar, avenida Félix U. Camet 800, Mar del Plata.
5. La estación es la obra
Cosmorama, de Mariano Ferrante, la «estación-obra» que hay en la estación Belgrano de la línea E. / Rafael Mario Quinteros
Leo Estol es artista visual y escritor. Estudió Historia del Arte en la Universidad de Buenos Aires, expuso en varias galerías, en la Bienal del Mercosur y en el Museo de Arte Moderno, entre otros lugares. En 2018 realizó La pequeña vida, un documental en el que recorre bibliotecas de escritores, y para comenzar 2019 editó el periódico El Flasherito en PROA21, un “Laboratorio Periodístico de Artistas”. Eligió Cosmorama 2015, de Mariano Ferrante, realizada con la coordinación de Santiago Bengolea, que cubre completa una estación de subte.
Leopoldo Estol, artista plástico. / Télam
“Tiene mucho ritmo. Para mí destaca el lenguaje por su simplicidad, y a la vez porque es como si toda la estación se convirtiera en una pintura. Es una obra que abarca todo el espacio. En su longitud, en su amplitud. Es algo atípico para una estación de subte, que tienen murales, pero no así, una obra que cubre todo, que es la estación completa. Es un modo de estar metido dentro de una obra”, dice Estol.
Cosmorama, de Mariano Ferrante. / Rafael Mario Quinteros
Más técnicamente, profundiza: “El lenguaje abstracto que usa está bueno en este caso, porque hace que todo sea aún más particular. No creo que haya otras estaciones que hayan sido pensadas con ese concepto, como una totalidad. La estación es la obra. Me encanta cuando el arte está fuera de sus lugares sagrados”.
En la estación Belgrano de la línea E, C.A.B.A.
Fuente: Clarín