Dentro de la cultura audiovisual del móvil, las selfies se convirtieron en el reflejo de una sociedad narcisista que vive pendiente de su estampa. Y si bien las primeras aproximaciones buscaban la perfección absoluta del retrato, siguió una etapa de riesgo, desafío y locura. En este nuevo ciclo, le llegó el turno a las transformaciones radicales a través de diferentes aplicaciones. Entre las variantes más sugestivas aparece el rostro envejecido, convertido en un zombie, como si fuera una obra de arte, un dibujo animado o una persona de otro sexo. Cuáles son las herramientas más originales que se consiguen.
Barbie envejecida mediante FaceApp. El software le oscurece el rostro y le agrega arrugas en el cuello y el semblante.
Para lograr imágenes sorprendentes, muchas de estas aplicaciones utilizan redes neuronales artificiales. El propósito de este tipo de software es aplicar un algoritmo de aprendizaje automático que va perfeccionado su técnica, como ocurre con los humanos, a través de la experiencia. Tras cada prueba y error, el algoritmo va modificando sus conexiones internas hasta que descubre cómo lograr los resultados deseados dentro de un nivel de precisión específico.
FaceApp
Es la herramienta de envejecimiento que mejores resultados consigue. Su red neuronal está entrenada para reconocer, tras analizar millones de fotos, elementos vinculados a la edad -arrugas, piel flácida, verrugas, sexo, vello facial, canas- que puede utilizar en otros rostros, para marchitarlas. Si la red generadora consigue engañar a una segunda red, el resultado se da por válido.
La paradoja de esta aplicación de origen ruso es que el grado de verosimilitud que consigue no sería tan extraordinario si la aplicación no tuviera un éxito enorme. Ya que si los usuarios no cedieran las fotos que sirven para entrenar el modelo, las imágenes no lucirían tan realistas.
ZombieBooth 2. Para ver como luciría una persona tras ser picada por un zombie.
ZombieBooth 2
El zombie es el monstruo del siglo XXI -como alguna vez fue el vampiro o el extraterrestre- que representa el apocalipsis contemporáneo, tanto desde una perspectiva biológica como cultural. Este software permite conocer cómo luciría el propio cuerpo putrefacto, en caso de recibir una picadura. En su galería del horror hay diferentes modelos que se pueden aplicar, incluso hay una versión Frankenstein comedor de carne.
Prisma
Con 120 millones de usuarios, el software implementa unos filtros basados en el arte moderno de la pintura que permite crear selfies con estilo Picasso, Van Gogh, Munch o Salvador Dalí. Es la combinación de tres redes neuronales que efectúan tareas diferentes. Así, una extrae el estilo de la obra de arte, otra lo aplica a la imagen, con algunos trucos agregados que aceleran el proceso y otra lo valida.
Prisma. Fotos con efectos artísticos inspirados en grandes maestros de la pintura.
FatBooth
La gordofobia podría definirse como un sentimiento de repulsión hacia quienes sufren exceso de peso y se apartan de los patrones estéticos establecidos. La intención de este software que agrega kilos, es intentar poner en el lugar del otro. Los expertos que han analizado el fenómeno señalan que la sociedad actual enaltece lo saludable, sinónimo de ágil, rápido y dinámico. Por lo tanto, todo lo que se asocia a lo lento, pesado y voluminoso, es percibido como inferior.
Desde 1980 las tasas de sobrepeso y obesidad han crecido más que en ningún otro momento de la historia. El software FatBooth busca generar conciencia.
Beard Photo
La barba es una de las insignias simbólicas que utilizan los hombres para transmitir su masculinidad y dominancia sobre otros. El vello facial opera como una estrategia para lucir más atractivo ante la mirada de las mujeres y marcar el territorio a otros. Para quienes están buscando un cambio estético o quieren hacer una broma, esta aplicación agrega diferentes estilos y cortes de barba. Desde la ancho mexicana, la pelusa oriental, el candado porteño o la frondosa chiva soviética.
Beard Photo. Agrega diferentes estilos y cortes. Desde la anchoa mexicana, la pelusa oriental, el candado porteño o la frondosa barba soviética. .
Varnist
Permite convertir fotografías en animaciones empleando algoritmos. Uno de estos efectos se llama sketch o bosquejo y consiste en transformar un retrato en un dibujo con distintas texturas que imitan técnicas pictóricas como las ceras, los óleos, las pinturas pastel o carbonilla. Su abanico gráfico también se abre en manga, mosaicos y vitrales, elementos naturales como fuego y rayos, texturas psicodélicas y un patrón de emojis.
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Face Changer 2
Con 40 millones de usuarios su propósito principal es divertir. Entre otros trucos permite sustituir partes de la cara y agregar ojos desmedidos, peinados extravagantes, tatuajes, cicatrices y alargar la nariz. Realizar un cambio de cara automático, seleccionar de efectos de transformación y difuminar el rostro.
Para probar desde la computadora
Curiosamente, Ai portraits, el software que causó sensación la última semana entre la comunidad fotogénica no es app para el móvil, sino una página web. Debido a la gran cantidad de visitas que llegaron para probar el servicio, debió clausurar el sitio y tomarse unos días para mejorar el acceso.
AI Portraits Ars el gusto por los retratos clásicos. La web se convirtió en un furor total.
Se trata de un experimento desarrollado por investigadores de los laboratorios de inteligencia artificial del MIT junto con IBM. La idea fue crear un algoritmo que procese una foto digital y la convierta en un retrato creado con trazos y estilos de 45 mil obras clásicas. Las selfies, con una resolución de 4K, quedarán con una terminación que recuerda a la pintura hecha con acuarela, tinta o con aceite.
Y si el tema es quitar el fondo de una imagen, Remove es un sitio que utilizando IA, vuela de un plumazo todos los elementos que rodean a la figura que uno elija. La IA de este algoritmo fue entrenada mediante machine learning para detectar únicamente los rostros de las personas en una fotografía y a partir de allí, determinar el resto de su cuerpo para separarlo del fondo que los rodea.
Fuente: Clarín