La melodía del piano se escucha desde la vereda, aunque un largo pasillo separe la casa de los Gauna Tello de la puerta que da al exterior, en Sarandí. En su pequeño living, Loreley practica nuevos acordes de una canción de folclore boliviano.
“A los cuatro empecé a tocar con mi papá y un año después me compraron un piano eléctrico negro”, cuenta la nena de siete años.
Ernesto Gauna es profesor de piano y cuando su hija era muy chica, descubrió la fascinación que tenía por el instrumento. Por eso aceptó que un cliente le pagara con un piano antiguo, para que ella aprendiera.
Al poco tiempo, Ernesto advirtió que Loreley tenía un don. “Estábamos jugando con el piano y ella, rápidamente, sin mirar, me dijo qué nota era la que yo había tocado. Pensé que era casualidad, pero siguió reconociendo cada nota, sin verlas”, cuenta.
Eso se llama oído absoluto y es una habilidad que Loreley comparte, por ejemplo, con Charly García y Stevie Wonder.
Orgulloso, Ernesto cuenta que su hija tiene gran rapidez para aprender. “Melodías de Beethoven, por ejemplo, que cualquier chico aprende recién a los 10 años a ella le salían a los cinco”.
Por su talento, José Luis Juri, maestro del Colón y pianista en el Centro Cultural Kirchner, le propuso darle clases gratos y la invitó a tocar en agosto en el Museo Fernández Blanco junto a sus otros alumnos. Loreley también asiste al Instituto de Música de la Municipalidad de Avellaneda.
“Ahora, su limitación son sus manos -explica Ernesto-, porque hay melodías que requieren manos más grandes para poder abarcar el teclado”, explica Ernesto.
Loreley y su hermanito Tiziano, de cuatro años. A él le gusta tocar la flauta. (Foto: Marcelo Carroll).
Loreley y su hermanito, Tiziano, crecieron desde bebés rodeados por la música. Rubí, su mamá, era violinista y dejó de tocar cuando tuvo a sus hijos. Tizi, de 4 años, ya muestra su afición por la flauta. “Ella escucha cualquier tipo de música, queremos que conozca de todo para que no discrimine y pueda elegir lo que más le guste. Ahora disfruta mucho del folclore y lo clásico”, explica Rubí.
Todos los días, Loreley practica al menos una hora cuando vuelve de la escuela. Sabe bien qué es lo que quiere. “Cuando sea grande -asegura-, voy a dedicarme a esto”.
Fuente: Clarín