El actor holandés Rutger Hauer, que murió el viernes último, a los 75 años, en su Holanda natal, interpretó al replicante Roy Barry en Blade Runner, de Ridley Scott (1982). Con el pelo platinado y una presencia física imponente, consiguió transmitir la desesperación del androide que debe ser «retirado» de la circulación por el policía que interpreta Harrison Ford. Allí pronunciaba uno de los parlamentos más famosos de la historia del cine, que puede redescubrirse en el corte del director del clásico de ciencia ficción que ya está disponible en Netflix. «He visto cosas que ustedes los humanos no podrían creer. Naves de guerra incendiándose cerca del hombro de Orión. He visto rayos C centelleando cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia», decía Barry.
Hauer junto a Edward James Olmos, el director Ridley Scott y Daryl Hannah en la presentación de Blade Runner: The Final Cut, en el Festival de Cine de Venecia, de 2007
Ese discurso emblemático no provenía enteramente de la novela de Philip K. Dick en la que está basada la película – que casualmente transcurre en un 2019 ficcional – ni de la adaptación de los guionistas Hampton Fancher y David Webb Peoples, sino de la mente del propio Rutger Hauer. Esas improvisadas líneas de diálogo del personaje de ojos imposiblemente celestes le ganaron a Hauer un lugar en la historia de la pantalla grande. Un medio en el que había debutado gracias a su compatriota Paul Verhoeven
Muy popular en su tierra desde 1969 gracias a Floris, una serie de caballeros medievales, el éxito de Delicias turcas, una trágica historia de amor entre un artista bohemio y una chica burguesa, nominada en 1973 al Premio Oscar a la mejor película de habla no inglesa, le abrió las puertas del cine.
Hijo y hermano de actores, y con un punto de irreverencia que le permitió interpretar desde un aristócrata a un alcohólico ciego, Hauer ganó en 1987 un Globo de Oro por La escapada de Sobibor, un filme de la cadena británica ITV, sobre el levantamiento de los prisioneros en el campo de concentración del mismo nombre. En 1977 se volvió a poner a las órdenes de Verhoeven en Soldado de Orange, que retrata la influencia de la ocupación nazi de Holanda en la vida de varios estudiantes, basado en la autobiografía de Erik Hazelhoff Roelfzema, piloto y miembro de la resistencia durante la II Guerra Mundial. El actor obtuvo en su tierra dos Terneros de Oro y un premio Rembrandt, otorgado por el público. Con todo, él mismo reconoció en 1994 que no era «demasiado bueno juzgando guiones», y de ahí que hubiera aceptado papeles en películas comoDrácula III, dirigida en 2005 por el canadiense Patrick Lussier.
Su debut en Hollywood fue como contrafigura de Sylvester Stallone en Halcones de la noche, en la que interpretaba al terrorista Heymar «Wulfgar» Reinhardt. Luego de su inolvidable papel en Blade Runner, el actor protagonizó Clave Omega, el último largometraje de Sam Peckinpah, y hasta probó ser un héroe trágico y romántico perfecto en la medieval Ladyhawke: el hechizo de Aquila, junto a Michelle Pfeiffer.
En los años 90, se trasladó a Estados Unidos y trabajó para el cine y la TV. Le ofrecieron papeles de villano, nazi o psicópata, y él admitió al rotativo Het Parool, que «con el malo eres libre de hacer lo que quieras». «No temo explorar mi lado oscuro», agregaba. Actuó con el actor y director George Clooney en Confesiones de una mente peligrosa (2003); en Batman inicia, de Christopher Nolan (2005, disponible en Amazon Prime Video); en La ciudad del pecado, de Robert Rodriguez (2005), donde era un cardenal pederasta; y en 2011 en El secuestro de Alfred Heineken interpretó al magnate cervecero, raptado en la vida real en 1983. Pero de lo que más orgulloso estaba era de su Fundación Starfish, para apoyar a niños y madres en su lucha contra el sida. Casado en dos ocasiones, el actor tenía un hijo y una hija.
Hijo de una pareja de actores titulares de una escuela de interpretación, Hauer había nacido en 1944 en Breukelen, Utrecht, y a pesar de haberse criado en el teatro, a los 15 años abandonó el oficio familiar para trabajar en un barco carguero. Años más tarde, trabajó en la construcción antes de volver a los escenarios.
Al momento de su muerte, filmaba una nueva adaptación televisiva de Un cuento de Navidad.
Fuente: El País, La Nación