Carlos Villagrán entra al hall del edificio en Recoleta y saluda al encargado: ‘Qué tal, Arnold Schwarzenegger’, se presenta. El seguridad sonríe, lo reconoce como Quico -a pesar de su barba candado-, y le pide una foto. Arriba, en el piso veinte, nos recibe Marta, la mujer que acompaña a Carlitos Balá desde hace 57 años, y que en el último tiempo se dedica a cuidarlo las 24 horas.
En la entrada del departamento, aparece un Balá de cartón en tamaño real con su icónico corte taza haciendo el gestito de idea. El Carlitos real aparece detrás e invita al living de su casa. Se sienta en la cabecera de una mesa ratona. El actor mexicano que encarnó al amigo del Chavo en la serie creada por Roberto Gómez Bolaños se acomoda a su lado, le agarra la mano y le dice: «Es un honor para mí estar contigo. ¿Te acuerdas que nos vimos hace muchos años? Nos abrazamos, te presté 10 mil dólares».
«Sí, mil dólares», devuelve Balá, rápido de reflejos. Y así se dará este contrapunto entre dos genios de la comedia durante todo el encuentro exclusivo para Clarín, unas horas antes de ser invitados de honor del lanzamiento de un nuevo espectáculo del Circo Rodas. «Estaba bromeando, nosotros vivimos de eso», concede el hombre detrás del niño caprichoso del vecindario.
Leyendas del humor infantil, exponentes de un estilo sano e inocente -«blanco», adjetiva Quico-, los Carlos que hicieron reír a varias generaciones intercambian elogios, pasos de comedia, anécdotas, recuerdos de viajes y de sus momentos de gloria.
«Te ves muy bien», lo halaga Quico. «Cambiaste los lentes», arremete Balá. «No, no veo nada», redobla Villagrán. Dos viejitos piolas.
«¿Sabés qué le dijo una empanada a la otra? De carne somos». Y el mexicano, que luego contará que vivió 11 años en Argentina, le regala una carcajada. La conexión es inmediata, casi como una rutina aceitada que retoman de otra vida.
-¿Les hubiese gustado trabajar juntos?
-Villagrán: Si se hubiera presentado la oportunidad, lo hubiéramos hecho de mil amores.
-Balá: Cómo no. Yo soy admirador de él.
-Villagrán: (Infla los cachetes y se transforma en Quico). Y yo soy admirador de él.
-Balá: ¿Hollywood hiciste vos?
-Villagrán: No, no trabajé en Hollywood.
Al rato llega un productor del Circo Rodas. Surge el Balá filoso: «Tomá asiento que es lo único para tomar». Por momentos parece apagado, pero de pronto se enciende y pasa del chiste a un diálogo serio, sin escalas.
-Balá: Mi única diversión es mirar los aviones que pasan, que salen de acá de Aeroparque. Chau. Saludo. No me contesta ninguno. Murió el presidente, ¿viste?
-Villagrán: Sí, De la Rua.
-Balá: ¿Cómo comparás a tu país con éste?
-Villagrán: Está mejor éste. Aunque hay devaluación, yo sé que el peso está muy elevado. Pero yo veo muy bien a Buenos Aires.
-Balá: ¿Te gusta más acá?
-Villagrán: Definitivamente, me gusta más Buenos Aires. Yo en México no vivo en la capital. Vivo en Querétaro. Y ahora vivimos en Houston, Texas.
-Balá: ¿Recorrieron todo el hemisferio norte?
-Villagrán: Sí, todo.
-Balá: Qué de gente conociste…
-Villagrán: Conozco más Argentina que ningún argentino.
-Balá: ¡Qué cosa eh! Yo nunca traté de salir de acá.
Un ambiente pegado a la sala de estar oficia de museo personal del autor de ‘Qué gusto tiene la sal’ y ‘Ea-ea-ea pe-pé’, entre tantas. Varios premios Martín Fierro, un cuadro suyo haciéndolo Sucutrule a Chaplin, otra foto con el Papa Francisco y un Chupetómetro lleno de chupetes arrumbado en un rincón.
Su mujer, Marta, asegura que conserva todos los dibujos, fotos y obsequios que la gente le dio a Carlitos en tantos años de carrera. «Unos 100 biblioratos», agrega el cómico.
-A los 93 y 75 años, los dos siguen trabajando.
-Villagrán: Bueno, yo estaba de vacaciones y el dueño del Circo Rodas me mandó boletos…
-Balá: ¿Buena gente la del Circo Rodas?
-Villagrán: Sí, muy buena gente. Es un amigo de toda la vida.
Marta interviene para retomar alguna anécdota. Y avisa que Balá ya tiene cerrado hacer algunas fechas con Panam para las vacaciones de invierno. «Ahora no hace todos los días como antes», aclara. «Yo pensaría en trabajar en Hollywood: trabajar menos y ganar más», dice Bala, como pensando en voz alta.
-Como exponentes máximos de un humor sano, inocente, ¿creen que es un estilo de comedia infantil que sigue vigente o que ha cambiado?
-Villagrán: El humor siempre ha sido totalmente diferente. Nosotros nos dedicamos a un lenguaje totalmente sano que papá y mamá pueden dejar con toda confianza a sus hijos porque no le vamos a hacer ningún daño. No promovemos el sexo, no generamos violencia, no hacemos borrachos. Hasta cierto punto, es tonto el programa. Pero con ingenio. Y la gente ha agradecido a El Chavo del 8 a través del tiempo.
-Balá: Yo soy más cómico afuera que adentro. Adentro estoy obligado a hacer reír. Afuera no, pero lo disfruto más que en el teatro.
-Villagrán: Una vez estábamos en el Aeropuerto de México y un señor lo paró a Roberto Gómez Bolaños y le dijo: ‘Perdóneme Sr. Bolaños, pero su programa no me gusta‘. A lo cual Chespirito respondió: ‘Mire qué coincidencia, a mí tampoco. Pero qué vale su opinión ni la mía contra la de millones.
-Balá: Bien contestado. ¿Era chinchudo para dirigir?
-Villagrán: Quien dirigía realmente era Enrique Segoviano, el director. Él siempre fue un poco ambicioso. Se quedó con todos los personajes, todos los registró como suyos, y no es que fueran de él. Porque yo hice a Quico. Yo inventé a Quico. La Chilindrina inventó a la Chilindrina. Lo que pasa es que nadie sabía que iba a trascender tanto el programa. Y él, astutamente, los registró a todos como suyos. Y no recibimos ni 5 centavos de regalías de nada.
-¿Qué los impulsa después de tantos años a seguir trabajando para el público, para los chicos, adultos y abuelos?
-Balá: Porque creo que yo nací para hacer reír, entre otras cosas. Me encanta ver a la gente que se ríe de un chiste. Te debe pasar a vos.
-Villagrán: Claro, y además nos mantiene más jóvenes.
-Balá: Yo puedo hacer reír en un velatorio.
-Villagrán: Ajá. Aunque no quieres reírte, es donde más te dan ganas de reír.
-¿Hoy cuando se suben al escenario o van a un programa de televisión tienen la misma sensación de cuando lo pisaron por primera vez?
-Balá: Sí, siempre siento como que debuto.
-Villagrán: Sí, siempre nos pasa lo mismo por los nervios. Los llegamos a controlar, los nervios no son malos, hay que saberlos encauzar, es todo.
-Balá: Como cuando sufrís por un chiste que no hizo reír. Cuando pensás que ahí matabas y no lo entendieron o están mirando qué zapatos usás.
«¿Hay mayonesa?», dice Balá cuando llegan las medialunas y masitas. «¿Está lloviendo?», bromea cuando el fotógrafo abre el paraguas para darle luz a la foto. A sus 93 años, Balá muestra una lucidez admirable, improvisa gags con lo que tiene a mano. Y muestra curiosidad por la relación que su colega mexicano tenía con Chespirito.
«¿Él no te envidiaba por el éxito de Quico?», interroga.
-Villagrán: Sí, por eso me sacaron del programa. Quico se le fue arriba en popularidad. Él como personaje se puso en el barril sin casa, sin padres, sin comida, sin perro, para que el televidente lo protegiera. Y puso a Quico, el que no prestaba sus juguetes, el envidioso, el llorón, como villano. Pero él no contaba que en la comedia existe el villano simpático. Y Quico se convirtió en eso. Empezó a gustar más. Y eso bastó para que me sacaran del programa.
Entonces, Villagrán empieza a contar su devenir por Latinoamérica luego de aquella exclusión de El Chavo del 8. Ocho años en Venezuela; once en Buenos Aires; cuatro en Florida, Estados Unidos; tres años en Santiago de Chile, y otros tres en Brasil.
«A mí me propusieron de Chile, de Uruguay, Caracas. Nunca quise salir de acá», interrumpe Balá.
-¿Por qué?
-Balá: Yo estaba bien acá, para qué moverme. Agarraba el coche y estaba a diez cuadras de ATC. La gente no comprende que nacemos y morimos. Yo sé que voy a morir. ¿Qué me voy a hacer mala sangre? Trato de hacer lo que yo sé hacer: hacer reír. Y nada más.
El Circo Rodas está en Avenida General Paz y Crovara. La compañía reúne a 50 artistas internacionales. En vacaciones de invierno, diariamente, 15.30, 18 y 20.30.
Fuente: Clarín