Todavía recuerda la primera vez que pisó un boliche después del divorcio: se deprimió tanto que se fue. «Si este es el mundo que me espera, estoy complicado», dice que pensó mientras se daba media vuelta y enfilaba hacia la puerta. Al filo de los 50, el sociólogo Gustavo Sprei había terminado un matrimonio de 24 años y experimentaba las primeras salidas de soltero. Pero la noche nunca había sido su aliada y los boliches seguían siendo territorios
inexpugnables para él. Hasta que en una cena un amigo le contó sus aventuras y desventuras amorosas en Match.com, un conocido sitio de citas. «Yo no estaba ni enterado de que existían ese tipo de cosas. Siempre mantuve mi vida amorosa al margen, por eso tampoco mis hijos me habían hablado de esto -recuerda-. Esa noche llegué a casa, entré, me senté y me registré. Escribí mi perfil y al poco tiempo ya estaba teniendo salidas. Así empecé», cuenta Gustavo, que hoy tiene 58 años y volvió a apostar a la pareja: en noviembre de 2017 se casó con Mariana Flores, una abogada de 53 que conoció a través de la plataforma.
Hay match después de los 50. Especialmente a través de los sitios y apps de citas que hoy, tras la explosión de Tinder, empiezan a surgir pensadas para este público senior que está en la búsqueda de una segunda, tercera o cuarta vuelta en el amor. Lumen, OurTime y Finally son algunas de las aplicaciones que se diseñaron para este segmento de más de 50, que de ninguna manera está en retirada. El estudio Solteros en Latinoamérica, elaborado por Match.com, reveló que «la mayor cantidad de solteros (42%) se encuentra entre personas de 50 a 59 años».
A ese grupo le sigue el segmento que va de los 40 a los 49 años (29 por ciento). Como era de esperar, los líderes de la industria tomaron nota de estas cifras y trataron de enmendar el olvido hacia este colectivo largamente ignorado. Es así como surgieron las apps de citas pensadas para los que pasaron los 50. Hace poco, en una especie de mea culpa, el creador de Badoo (una app muy popular entre los jóvenes), el ruso Andrei Andreev, declaró: «La franja de personas que superan los cincuenta años ha sido ignorada por los servicios de dating durante años», señaló, mientras participaba de la presentación de Lumen. Aunque la app fue creada por Antoine Argouges y Charly Lester, Andreev apoyó económicamente el proyecto e invirtió cuatro millones de euros. Por su parte, los creadores contaron que diseñaron una aplicación pensada para los padres solteros de sus amigos. «Hemos construido el tipo de herramienta que recomendaríamos felizmente a los padres de nuestros amigos», graficó Lester, que explicó que para evitar «intrusos» o gente por debajo de la edad la app solicita al momento de registrarse una selfie, que luego es autentificada por un algoritmo.
Esta especie de «revolución senior» del amor es algo que ratifica Federico Volinsky, CEO y creador de BlindLove, una app argentina que se posiciona dentro del universo de las apps de citas como «la más romántica». El nombre mismo lo explica: se priorizan las afinidades en lugar de la imagen. La foto de perfil empieza siendo borrosa y se va aclarando a medida que se van mostrando coincidencias, hasta que, finalmente, después de algunas conversaciones, se logra ver con claridad a la otra persona.
Aunque no está diseñada para un determinado grupo etario, en BlindLove ni la apariencia ni la edad son filtros insalvables: «Hasta ahora, el mito era que la gente mayor usaba una dating app y la gente joven otra. Hoy, BlindLove está rompiendo eso, al tener 10% de sus usuarios mayores de 50 en los hombres, y 15% mujeres. Creemos que esta es una app que le está dando no solo esperanza, sino un poco de misterio a la gente mayor de 50 años», sostiene Volinsky, que creó la herramienta después de conocer a su mujer por internet.
Según datos proporcionados por la empresa, en BlindLove, los mayores de 50 tardan menos tiempo que los jóvenes en formar una pareja estable. Y deciden concretar la primera salida después de cinco días de conversación. En esa primera cita la mayoría se junta a tomar un café.
En el caso de Mariana y Gustavo, la primera salida fue a comer una pizza, pero en lugar de cinco días esperaron un año y medio después de aquel primer contacto virtual. «Yo en esa época viajaba mucho por trabajo y no estaba casi nunca en Buenos Aires. Pero siempre nos comentábamos alguna cosa en Facebook y saludábamos por los cumpleaños. Hasta que un día ella me mandó un mensaje. Me puso algo así como ‘si ves un beso volando agarralo que es mío. Feliz cumpleaños’. Me mató. Nadie me había dicho algo tan lindo en mi vida. Ahí le escribí y le dije de encontrarnos. No nos separamos más».
Mariana, que nunca se había casado y tenía una vida social intensa producto de su trabajo en relaciones públicas, asegura que nunca sintió la necesidad de armar algo formal ni de ser madre. Usuaria de Match.com, conoció mucha gente por internet. Algunas se convirtieron en parejas y otras quedaron solo en el terreno de la amistad. «Con Gustavo fue raro porque no surgió enseguida el ‘veámonos’. Pero siempre digo que ese año y medio que estuvimos en contacto sin vernos fue importante, porque cuando finalmente nos encontramos fue como si ya nos conociéramos. Una de las primeras preguntas que él me hizo fue cómo me veía llegando a los 50. En ese momento yo tenía 47 y le contesté: ‘Me gustaría llegar enamorada y sin fumar’. A los 53, puedo decir que logré las dos cosas», asegura Mariana, que tuvo buenas y malas experiencias antes de encontrar al amor en internet. «Mis amigas habían conocido gente muy copada por Match y probé. Primero me hice un perfil de hombre porque quería ver la competencia que tenía -confiesa-. Tuve un pantallazo general y después armé mi perfil real. Me pasó que muchas veces la gente ponía una foto hiperretocada o de su comunión y al encontrarnos no los reconocía. Hay de todo. No es que internet o las apps sean las únicas alternativas para conocer a alguien. Soy una convencida de que se puede dar en cualquier lado. Cuando tiene que pasar, pasa».
Aunque existe cierto preconcepto de que apps como Tinder o Badoo son para los sub-30 y las usan solo los que quieren tener un encuentro sexual fugaz, Gerardo Giampietro, de 51 años, lo desmiente desde su propia experiencia. Padre de tres varones de dos matrimonios diferentes (en el medio tuvo una pareja importante con la que no tuvo hijos), se bajó Tinder con un fin concreto. «Lo usé para buscar pareja estable y ahí conocí a Silvina, que estaba en la misma búsqueda que yo. Yo pienso que el para qué depende de los filtros que vos le pongas: mi target eran mujeres de 40 a 50 años, no chicas de veintipico -sostiene-. En cambio, sí tuve prejuicios de usar las apps porque pensaba que con mis años ya no era aceptable, que después de determinada edad había que conocer gente de manera tradicional. Pero hoy las recomiendo», asegura Gerardo, que trabaja en tecnología.
Fueron sus compañeros de trabajo, más jóvenes que él, los que le recomendaron bajarse Tinder y Badoo para lograr que se relajara. «Me decían que era un workaholic y que tenía que conocer a alguien. Al principio no sabía ni cómo se usaban, no entendía el tema de los filtros. Y me pasaba que le daba el celular a cualquiera. Hasta que mi hijo más grande, que en ese momento tenía 21 y que también la usaba, me dijo que no lo hiciera. También me dio un par de consejos», cuenta Gerardo, que desde hace dos años está en pareja con Silvina, mamá de una adolescente de 17. «Estuvimos muchos días hablando por Tinder y recién después nos encontramos. Y fueron varias salidas hasta el primer beso. Ella es mi cuarta pareja y no es fácil: cada uno venía con sus miedos, sus historias… No era fácil aceptar un tipo con tres hijos de dos ex distintas y que encima mantiene una muy buena relación con ellas. Pero fuimos de a poco y hoy nuestros hijos son amigos, vamos de vacaciones juntos y ella se lleva muy bien con mis ex», cuenta.
Malas experiencias
Pero no todas la experiencias en las apps son buenas. Marcela Labanca, de 51 años, dice que se cansó de conocer gente en Tinder y Happn y que huyó de las dos. Separada desde 2008, se bajó las apps para probar. «En Tinder tuve experiencias buenas y malas, pero la mayoría eran casados. También me pasó de llevarme varios chascos: yo soy muy alta y entre los requisitos ponía que tuvieran de 50 a 55 años y que midieran más de 1,80 metros. ¡Y eran todos petisos! En una cita venía todo bárbaro, parecía buena persona, vivía cerca de casa, era profesional… hasta que se levantó y ¡me llegaba al ombligo! La situación era irremontable -recuerda Marcela-. En Tinder duré seis meses y en Happn, dos o tres. Me pasaba que en la app, que te conecta con gente por cercanía, me cruzaba a varios vecinos, encargados de edificio… Y después de un tiempo me di cuenta de que los que no están casados saltan de una relación a otra. Los de 45 que acaban de separarse no quieren nada serio o no terminan de hacer el duelo de la separación y te hablan de la ex. Y después de un mes te descartan», se queja.
Como conclusión, Marcela prefiere conocer gente «a la vieja usanza»: «Tuve mejor resultado. De hecho, estoy en pareja con alguien que conocía de antes. La cosa va más en serio, conozco a su familia -cuenta-. Es cierto que en las redes sociales tenés un montón de candidatos para elegir. Pero aun así prefiero la manera antigua. Yo soy remoderna. Pero a las apps no vuelvo más. No son para mí».