De lo mínimo a lo infinito. Del átomo al universo. La imagen del artista conceptual francés Jean-Michel Othoniel se refleja en una esfera de vidrio, y en otra, y en otra. Su obra, que se presenta por primera vez en latinoamérica, parece fundirse en él o con cualquiera que se acerque, en una cadena incesante de refracciones. El humano ingresa en la obra y el arte lo modifica.
Nudos Salvajes, que se exhibe en el CCK de Buenos Aires, es una muestra retrospectiva, pero no de la totalidad de su obra, sino de sus últimos 20 años de trabajo, en los que abandonó el azufre y la cera como material creativo para volcarse al vidrio y en los que comenzó a trabajar en sus nudos, una serie de esculturas de mediana y gran escala, que asemejan desde una estructura de proteínas, forma básica y elemental de la vida, al universo, con sus planetas, constelaciones y demás realizando una danza en perfecta armonía.
El desembarco en esta parte del mundo de Othoniel (Saint-Étienne, 1964) fue en el marco de La Noche de la Filosofía, donde participó en una charla junto al matemático mexicano Aubin Arroyo, a quien lo une una historia que podría catalogarse dentro de una especie de teoría de Descubrimiento Múltiple, que reza que dos o más personas en el mundo pueden llegar al mismo avance sin tener contacto entre ellos.
«Arroyo trabaja sobre una teoría de los reflejos entre las perlas desde hace 20 años. No nos conocíamos y nos encontramos a través de internet, porque las imágenes por computadora que se producen tras introducir sus cálculos matemáticos son muy similares a mis obras. Fue un encuentro fortuito, él creyó cuando vio mi obra que yo también era una matemático trabajando en su campo. Me contactó y fue un momento muy extraño, algo gracioso, él creía que mis trabajos también eran proyecciones computarizadas, no objetos reales. Vino a visitarme a mi estudio en París y yo al suyo, en México. Después él tomó mis obras y realizó un cálculo matemático de ellas», explicó durante una recorrida privada.
–Las obras remiten a los molecular, a lo indispensable, pero a la vez juegan con la idea de lo magnánimo, del universo, ¿cuál crees que es la relación entre tus obras y sus cálculos más allá de lo estético?
-Sí. La teoría de los Nudos Salvajes, así se llama la teoría que retoma Arroyo, calcula las reflexiones que se suceden dentro de cada perla, no es sobre la estructura general en sí. O sea, todas las reflexiones que se producen dentro de una perla y en todas a la vez. Es una teoría antigua, pero que recién ahora se puede calcular y generar imágenes gracias a las computadoras. Es una teoría que está muy cerca de la idea del cosmos, de las estrellas y tiene a la vez un título que es muy poético y por eso lo elegí para la muestra. Además, estos nudos son como constelaciones alrededor de un cuerpo y la gente forma parte de la obra, porque cuando se mueven todo cambia. Estos reflejos son como el ADN de la escultura.
–Lo poético ingresando a lo matemático. Desde la Sucesión de Fibonacci se reconoce que la matemática es esencial en la construcción de lo que creemos bello, especialmente en la naturaleza, ¿considera que existe esa relación?
-Es difícil decirlo, creo que Arroyo podría responderlo mejor que yo, pero sí es un tema que me interesa: en la matemática hay poesía y también hay una idea de la belleza. Cuando hablas de belleza, las personas piensan en la subjetividad y se ve en estas formas matemáticas que no todo tiene que ver con esa construcción personal.
Othoniel es uno de los artistas contemporáneos más reconocidos de Francia. Sus obras site specific fueron expuestas en la edición número nueve de documenta (Kassel, 1992), en el Centro Pompidou, los jardines de Villa Medicis (Italia); en los árboles de la Colección Peggy Guggenheim en Venecia; en la Alhambra (España), aunque su primera comisión pública fue cuando transformó la estación de metro parisina en el Palais-Royal – Musée du Louvre, un siglo después de Héctor Guimard, con su instalación, Le Kiosque des Noctambules (El quiosco de los Noctámbulos). Luego, recibió invitaciones para exponer en Japón, Corea del Sur y los Estados Unidos, entre otros países.
–Una de las características de su obra es el material, ¿por qué el vidrio?
-Lo elijo por su capacidad de metamorfosearse, de pasar de sólido a líquido y sólido otra vez. Me gusta porque permite trabajar en los momentos de fragilidad del material, como un alquimista: me interesa esa capacidad de cambiar.
El proceso creativo de Othoniel comienza, explica, a primera hora de la mañana, cuando realiza los bosquejos de sus obras. Luego, con su equipo de trabajo parisino, llevan sus dibujos a una computadora donde recrean lo realizado en papel, para posteriormente construir una maqueta en 3D. Una vez finalizado el proceso, el artista consulta a diferentes artesanos para encontrar el esqueleto de hierro que mejor se adapte al sistema, y allí sí comienza el momento de comenzar a soplar el vidrio.
«Trabajo con equipos de sopladores de Murano, Italia, Basilea y también de India. Si bien tienen técnicas parecidas en India mantienen una tradición que viene de hace dos mil años. El piso lo hice en India, por eso tiene una apariencia más rústica, las piezas son cada una diferente y le queda como una pátina impura. Además, trabajar en India es increíble porque es como regresar a la cuna de la humanidad», sostuvo.
Cada perla es única e irremplazable. Están hechas a mano, sopladas y cortadas para que el vidrio encastre de manera perfecta. Cada pieza tiene un solo lugar donde puede ir colocada y por eso al artista le tomo una semana, sí, una semana, encastrar cada una para la muestra.
–¿Cómo fue el momento Eureka en el que comprendió que deseaba trabajar con esferas de vidrio, con estos Nudos Salvajes?
-Surgió gracias Lacan, quien es muy apreciado en este país, con sus teorías psicoanalíticas, con su definición de la articulación entre lo real, lo simbólico y lo imaginario. Esos tres mundos para él se movían sin jamás tocarse y él hizo pequeños nudos de hierro y tomó las fotos. Cuando vi las imágenes de los años 50 me fascinaron, empecé a trabajar sobre su teoría. Por eso hay una sala especial para esa primera obra que, justamente, es la que encontró Aubin Arroyo y que también está expuesta en el museo de las matemáticas de México.
–El arte puede ser abordado desde diferentes aspectos o buscando reacciones disímiles, ¿por que le interesa alcanzar la belleza?
-Hay una radicalidad que existe en la belleza, la gente no lo ve, cree que la belleza es decoración, hay una sensación muy espiritual en la belleza, es como una escalera para la idea de contemplación espiritual y esa idea de espiritualidad es muy cercana a la matemática.
–¿Qué considera que se pueda alcanzar desde la construcción de esa belleza?, ¿cuál cree que es el objetivo último de su obra?
-Para mi es muy importante poder maravillar, encantar al mundo de nuevo con el arte, dar a la gente un poco de belleza y esperanza. El arte está hecho para que la gente vea el mundo de una manera más optimista, eso es lo que me gustaría que se transmita en la muestra.
Fotos: Gustavo Gavotti
*Nudos Salvajes, de Jean-Michel Othoniel
CCK, Sarmiento 151
Hasta el 10 de noviembre
Miércoles a domingos y feriados, de 13 a 20
Salas 702, 703 y 704, 7mo piso
Entrada gratuita
Fuente: Infobae.