Cada ciudad tiene sus cosas, pero Buenos Aires… Buenos Aires es un lugar único. Lo dicen los más de tres millones de porteños que viven actualmente, pero también los que la visitan ocasionalmente o de forma cotidiana. «Sin las calles y los atardeceres de Buenos Aires no puede escribirse un tango», decía Jorge Luis Borges, y es cierto: su paisaje es realmente inquietante.
Hace diez años, quienes comenzaron a editar la revista online Fervor x Buenos Airespensaban lo mismo. Y hoy, con toda el agua que corrió bajo ese puente, lo siguen sosteniendo. Iuri Izrastzoff con la edición y la fotografía, y Enrique Espina Rawson con los textos, se encargan de mostrar una Buenos Aires oculta que se nos escapa en su inmensidad.
Al cumplir diez años de vida, Fervor x Buenos Aires salió en formato papel, en un libro a todo color, tapa dura y excelente calidad con los mejores artículos de su historia. Imágenes de sus calles, sus barrios, sus modas, sus costumbres, sus jardines, sus monumentos y sus enormes casas, con textos sensibles e informativos, dan —como se lee en el prólogo— «testimonio de un gran romance con nuestra ciudad».
A continuación, un resumen, apenas seis joyas arquitectónicas que se esconden en Buenos Aires (las fotos son de Iuri Izrastzoff y los textos de Enrique Espina Rawson). Es cuestión de abrir los ojos y contemplarlas.
Santa Fe 1301
Este edificio siempre llamó la atención, no sólo por sus dimensiones —colosales para la época—, sino también por la originalidad y elegancia de su diseño. Fue concebido por el arquitecto italiano Pablo Scolpini, que, si bien no tuvo la nombradía de sus connacionales más famosos, como Mario Palanti, Virginio Colombo y Francesco Gianotti, realizó en nuestra ciudad obras muy importantes, la mayoría de ellas ¡ay! demolidas o irreconocibles por desafortunadas intervenciones posteriores.
Paraguay 1535
Quizás la más suntuosa de toda la calle Paraguay, de principio a fin, es la que está en la vereda norte, entre Paraná y Montevideo, en el 1535. No conocemos exactamente su fecha de construcción (que bien podríamos ubicar entre 1910 y 1920), si que perteneció a la familia Díaz Vélez, y que su ejecutor fue el ingeniero-arquitecto Carlos Agote. Si nos situamos en esos años, no podemos dejar de considerar que es una extraña ubicación para semejante palacio.
Posadas 1650
En la placa de bronce colocada por cuenta y orden de la Cámara de Diputados se lee: «Aquí vivieron los escritores Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Su libros, su lenguaje y su imaginación honraron a nuestro país y a la literatura universal». También en el frente del edificio de Posadas 1650, pero grabado en la piedra puede verse: Alejandro Bustillo – Arquitecto 1932.
Callao 2094
Nadie que se detenga un instante a contemplar el edificio de Callao 2094, podrá negar que posee una hermosísima fachada. Justamente, por tal razón la entonces Municipalidad de Buenos Aires le otorgó el Primer Premio a la Mejor Fachada en 1928.
Su diseño estuvo a cargo del estudio de arquitectura integrado por los arquitectos Carlos Vilar y Alfredo Villegas. Vilar era un arquitecto muy joven por esos años, y hermano menor de Antonio, uno de los pilares del modernismo en nuestro país. El también lo fue, por cierto, numerosas obras en todo el país así lo certifican.
Rivadavia 2009
Hay edificios hechos para vivir. Y hay otros en los cuales este fin pareciera pasar a un segundo plano. El de Rivadavia y Ayacucho (con entrada por Rivadavia 2009) sin duda tuvo como principal motivo provocar la admiración y el deleite de quienes lo contemplen, que ya el vivir vendría por añadidura.
Pero también hoy lo entendemos como una concepción superior, y de acuerdo a la cual un edificio no podía, no debía ser meramente un edificio entendido como una superposición de paredes, puertas y ventanas, debía transmitir algo, debía tener algo que decir sobre la confianza en el país y su gente, sobre la belleza y la honestidad, sobre las buenas costumbres, sobre la certeza en un mañana mejor… Quien lo viera tenía una idea no sólo sobre el edificio, sino sobre quienes lo diseñaron y quienes lo construyeron. Y esa idea era buena.
Fue concebido como homenaje a Gaudí, por un admirador argentino, el ingeniero Eduardo Rodríguez Ortega, y fue inaugurado en 1914. Consta de locales en la planta baja, con entrepìso, y cuatro pisos de 350 m2.
Suipacha 936
Es extraño que esta singular residencia no haya sido más mencionada entre las páginas de arquitectura porteña. Fue realizada como vivienda particular por el arquitecto italiano Bernardo Milli, suponemos que en fecha no muy lejana al 1900. Si fuera posible prescindir de denominaciones técnicas, debiéramos apelar a términos tales como delicia, primor, juguete, para graficar la impresión que produce a quien la observa en detalle.
Es un catálogo de lo mejor del art-nouveau Liberty, con algún toque del francés de la época, especialmente en el coronamiento de la cúpula, estilo Segundo Imperio, con una maravillosa aplicación o remate de hierro forjado.
* La presentación de esta edición especial impresa de Fervor x Buenos Aires (publicado por Izrastzoff Compañía Inmobiliaria) se llevará a cabo hoy, miércoles 26 de junio, a las 19 horas en el Museo Fernández Blanco, en Suipacha 1422.
Fuente: Infobae