Desde este mirador, la Ciudad es toda una postal. Hacia el frente, la histórica barranca de la Plaza San Martín; mas atrás asoma el nuevo ícono barrial, el edificio WeWork. Hacia la izquierda, el Kavanagh y sus balcones aterrazados que componen una magnífica y modernísima proa de cemento. Hacia la derecha, la cúpula, la espacialidad y la bóveda de hierro y vidrio de la Estación de Retiro. Y hacia el Río de la Plata una sucesión interminable de sitios para ver y descubrir: el Hotel de los Inmigrantes, el nuevo Paseo del Bajo, la costa de Uruguay, los dos templetes de la Súper Usina de Puerto Nuevo como telón de fondo, las Villas 31 y 31 Bis. Hay tantas cosas que ver desde este balcón que recorre todo el perímetro de la Torre Monumental, que se aplaude el acierto del arquitecto británico Ambrose Macdonald Poynter: no sabemos si con intención o no, en cada uno de los lados de la torre diseñó una suerte de bancos. Bien vale la pena usarlos.
Este jueves se realizó una inauguración oficial y a partir del lunes, la torre abrirá como un mirador y podrá ser visitado por vecinos y turistas.
De estilo Renacentista, esta construcción más conocida como Torre de los Ingleses, es Monumento Histórico Nacional. Fue donada a la Ciudad por la comunidad británica residente en el país, con motivo del Centenario de la Patria (aunque se inauguró en 1916). Tal como sucedió, entre otros, con el Cristóbal Colón de Costanera Norte o el Monumento de los Españoles de Avenida del Libertador y Sarmiento; el primero donado por italianos y el segundo por españoles. Todos los materiales fueron traídos de Inglaterra; e incluso el personal técnico y los obreros que trabajaron eran ingleses. Y se erigió donde antes funcionaba una usina de gas.
El ascensor fue eje central de la restauración. La torre mide unos 60 metros. En el piso 6 está el balcón y el ascensor llega hasta allí. El original -de hierro negro- fue donado por el Príncipe de Gales, unos diez años después de la inauguración de la torre. Después de la Guerra de Malvinas, el lugar fue vandalizado, se quemaron las puertas de ingreso y colocaron una bomba. La detonación incendió el interior de la torre y destruyó el ascensor. En 1999 se encargó una obra de restauración de la torre y se colocó uno nuevo. Pero dejó de funcionar un tiempo después y nunca más se puso operativo, hasta ahora, que además se modernizó.
La torre tiene una escalerilla de hierro negro, muy pintoresca, que la utiliza la gente de mantenimiento. Y permite llegar más allá del balcón, hasta el reloj, una versión más pequeña del famosísimo Big Ben, ubicado en la sede del Parlamento británico. De hecho fue montado por la misma empresa, Gillett & Johnston, fundada en 1844 y que continúa fabricando y reparando relojes.
Tiene cinco campanas de bronce, cuatro de ellas conforman un carrillón. Suena cada quince minutos: cuatro campanadas a las y cuarto, ocho a las y media, doce campanadas a las menos cuarto y la melodía completa a la hora en punto. La campana más grande pesa 7 toneladas y el péndulo tiene 4 metros de alto. Pero aquí no esta previsto que lleguen las visitas.
En la fachada, Macdonald Poynter, sintetizó la estética que representa a muchas de las construcción británicas, el ladrillo. Y dejó la huella de los países que integran la corona británica: la rosa de la Casa Tudor de Inglaterra, la flor de cardo de Escocia, el dragón de Gales y el trébol de Irlanda. Desde la Ciudad aseguraron que la estructura y la fachada de la torre se encuentran en perfecto estado. Aunque mal no le vendría una limpieza exterior y la restauración del basamento, que se encuentra algo deteriorado. Como desde hace décadas, las cuatro pequeñas fuentes que lo circundan, no funcionan; en rigor, una de ellas ya no existe.
«Es una buena oportunidad para apreciar este juego de espejos que guarda esta zona de la Ciudad. La cúpula de Retiro es idéntica a la de una iglesia metodista que esta frente al Westminster, en Londres. Y este reloj de la Torre Monumental fue realizado por la misma empresa que fabricó el Big Ben.
Estas construcciones se inauguraron con pocos años de diferencia y casi en paralelo a lo que se construía también en Inglaterra», cuenta Juan Vacas, director de Patrimonio, Museos y Casco Histórico porteño. Desde su área están a cargo de organizar las visitas. La torre está abierta de lunes a viernes de 10,30 a 16,30 y sábados, domingos y feriados de 9,30 a 18,30. El costo de la entrada es de $100 (Jubilados, estudiantes y menores de 12 años, gratis).
Fuente: Clarín.