A sala llena y con la mitad de las conferencias con entradas agotadas desde temprano, la noche filosófica se extendió hasta las 2 de la mañana para alegría de los trasnochadores. Plano en mano, el público recorrió los pasillos del viejo correo para seguir a los pensadores invitados desde los auditorios de cada piso a la terraza de la sala sinfónica, donde se encuentra el espacio del Ágora, para los diálogos e intercambio de ideas. Allí se pudo hacer preguntas y deslizar opiniones, como sucedió en 2018 cuando un grupo de trabajadores de la agencia de noticias Télam pidió el micrófono para protestar contra los despidos y recibió el apoyo de parte de los asistentes y oradores. Este año, algunos de los invitados de otras ediciones, como Pablo Alabarces y Dario Szeta, decidieron no participar. Se sumaron, en cambio, estudiantes de doctorado de diversas carreras que contaron al público, en apenas cuatro minutos, qué temas investigan para sus respectivas tesis. El menú es variado: diversidad sexual, fotografía y memoria, juego y justicia, teatro y performance y hasta uno inquietante: ¿por qué nos peleamos?
El titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, participó del evento. Y dijo: «En esta nueva edición, con la pasión por la diversidad que tenemos los argentinos, se debatieron los temas del presente y los temas permanentes: temas ambientales y de género, el futuro de la humanidad y las desigualdades, ciencia y arte, centro y periferia, inteligencia artificial y Big data».
Los preferidos del público
Tomás Abraham, que inauguró el encuentro a las 19 con una charla sobre Michel Foucault y Juan Bautista Alberdi para analizar desde la biopolítica el fenómeno de la construcción de la población argentina, fue uno de los más convocantes en el arranque de los diálogos en el Ágora. Mientras allí había cuatro encuentros simultáneos entre los pensadores y el público, todos sentados en ronda, en la pista de planta baja se reunían los milongueros para escuchar a Oscar Conde.
Otra figura muy convocante fue el alemán Markus Gabriel, figura de la noche por su controvertida postura acerca de la no existencia del mundo. Gabriel y otros invitados internacionales firmaron libros a sus seguidores en el Hall del Salón de los Escudos.
Conde, especialista en lunfardo, copó la plaza seca de la planta baja para desmenuzar letras de tango en el mismo lugar donde el CCK suele organizar milongas por la noches. Antes de su charla, ya había baile en la pista central. Cerca de ahí estaban los puestos de comida y las mesas para detener un rato la marcha y sentarse a morfar, como dice Conde. Es que para seguir la maratón a buen ritmo y no perderse ningún hit había que organizarse y estar preparado. En esta quinta edición, muchos ya estaban entrenados. Llegaron con los recorridos armados y los tickets de ingreso gratuito que se entregaron desde las 15. Otros, más improvisados, hicieron fila frentes los mostradores de la planta baja durante largo rato, que amenizaron con mate y lecturas. En el Hall central se instaló un puesto de venta de libros filosóficos de la librería Las mil y una hojas.
Las paradas que nadie queria perderse fueron la conferencia peripatetica del artista Jean-Michel Othoniel y el matemático Aubin Arroyo: una caminata dialogada en medio de las enormes esculturas de vidrio de Othoniel que se pueden ver por primera vez en el país; las dos charlas del historiador francés Francois Hartog sobre el presente y el futuro de la historia (de las primeras en agotarse); y la disertación sobre el tiempo del biólogo Diego Golombek, poco antes de la medianoche. Para los insomnes que se quedaron hasta el final estaba previsto un cruce de ideas frescas de jóvenes investigadores a partir de la 1 AM y proyecciones de documentales filosóficos para ver en cómodas reposeras.
Fuente: La Nación, Natalia Blanc