Dinamarca suele encabezar los rankings de las naciones más felices del mundo. Los especialistas están ahora señalando que la clave podría estar en la palabra «pyt», sin traducción precisa a otro idioma pero que sería algo así como una variante positiva del «y bue.» o «qué se le va a hacer» vernáculo. Y Estados Unidos está listo para el «pyt invasion» en las escuelas, universidades y la vida cotidiana.
La gurú del pyt en este momento es Marie Helweg-Larsen, profesora de Psicología del Dickinson College en Pensilvania, donde lidera un centro de investigación que, desde hace años, se especializa en analizar «por qué la gente inteligente hace cosas tontas».
Pocos meses atrás, aprovechando su condición de psicóloga danesa trabajando en Estados Unidos, escribió en el sitio web The Conversation (una fuente de noticias y análisis escritos por la comunidad académica dirigidos a la sociedad en general) sobre el pyt, que salió votada la palabra más popular en su país natal. Según explicó Larsen, el pyt permite moderar los excesos en los que aún gente muy inteligente puede caer, por ejemplo, en su búsqueda de perfeccionismo.
Es, sencillamente, «la palabra danes a que el mundo necesita», según tituló su artículo. Este inmediatamente fue reproducido por todo tipo de medios, de los grandes diarios como el Washington Post a revistas tecnológicas como Fast Company, y sitios web ligeramente alternativos como Bustle o las grandes cadenas como la CNN. En sus titulares coincidían en señalar que se había encontrado «la solución al estrés de la sociedad», la «respuesta para una vida feliz» y esta primavera boreal parecería que nadie habla de otra cosa.
El momento para popularizar el «pyt», claro, no podría haber sido más indicado. Todo el último tiempo Estados Unidos se vio sumergido en la fiebre «hygee», otra palabra danesa intraducible que describe una sensación de alegría confortable, acogedora y antimaterialista que fue un boom en libros, artículos y series de TV que enseñaban a aplicarlo.
Pero, como explicaba la BBC -sí, los británicos también se han sumado a la «pytmanía»- hay momentos en los que el bienestar que da el hygee ya no funciona, y entonces sale al rescate el «pyt».
Concretamente, el pyt se utiliza para expresar que uno acepta que una situación está fuera del propio control, y que aunque se pueda estar molesto o frustrado por lo que está pasando, se toma la decisión de no gastar más energía pensando en ello. Uno se resigna y sigue adelante, idealmente buscando un plan B positivo: ¿está anunciado lluvia toda la semana de vacaciones en la playa? ¡Pyt!, finalmente voy a leer entero Guerra y Paz.
Pyt también se usa para apoyar a terceros («¡pyt! ¿qué importa lo que digan los compañeros de trabajo respecto de que otro recibió la promoción que sabían que esperabas?») y para bajar la intensidad de una situación desafortunada («¿se te cayó una botella de vino tinto sobre mi alfombra blanca nueva? ¡Pyt!»).
En el trabajo, Helweg-Larsen cita a un pope de los negocios que dice saber cuándo decir «pyt» en la oficina puede llevar a una mayor satisfacción laboral.
Y encima, suena lindo. Jonas Jensen, editor senior del Den Danske Ordbog (Diccionario oficial danés), explicó que fonéticamente la «i» así como la «y» son considerados sonidos más livianos y optimistas por lo que pyt «es una palabra agradable para decir», dentro de un idioma que él mismo definió como «más que un idioma, una infección de garganta».
Pyt en la escuela
En Dinamarca, el poder que se adjudica a esta palabra se aprovecha sistemáticamente. En los jardines de infantes y las escuelas primarias existe el «botón pyt». En general se trata de una tapa con la palabra «pyt» escrita sobre ella, pegada a un cartón y ubicada de manera central en la clase. Se usa en las situaciones en que los niños pueden estar alterados, por ejemplo, por no haber ganado en una carrera o porque otro niño les haya sacado su juguete favorito. Esencialmente, sirve para enseñarles «que perder está OK, que es parte de la vida», según la BBC.
Allí citan a Charlotte Sorensen, directora de una escuela de la Península de Jutland, quien dijo: «El botón pyt es una genialidad. No funciona para todos los chicos, pero para algunos de ellos es fantástico. La acción física de apretar un botón parece ayudarlos a limpiar su visión y poder seguir adelante».
Consultada por la nacion, Helweg-Larsen sostuvo que «los niños en particular pueden beneficiarse de ser recordados de que no deben luchar por el perfeccionismo y que no todo es -ni debe ser- perfecto». Helweg-Larsen dice que «estudios muestran que el perfeccionismo está relacionado con la preocupación y la depresión, y que, al mismo tiempo la autocompasión y el apoyo social pueden ayudar a evitar que el perfeccionismo lleve a esos resultados negativos».
Los botones que ayudan en esta dirección no son solo para chicos. Quienes visiten Dinamarca pueden comprar su propia versión del botón pyt en las tiendas. Son botones colorados y blancos similares a los que se utilizan en los programas de preguntas de la televisión. Al apretarlos se enciende una luz como en ellos, pero además se escucha la palabra «pyt» grabada, para recordar al instante que hay que «resetearnos». Y hay versiones deluxe para Navidad con luces y mensajes más largos, que se supone pronto estarán en EE.UU. también.
Pero ¿sirve el pyt para otras culturas? Esta redactora consultó a amigos y conocidos daneses, que trabajan en Wall Street y con niños en las escuelas más exigentes de Manhattan. Se mostraron dudosos. «Aunque aquí ya se hayan introducido también temas como el mindfulness o el yoga en el colegio o la vida laboral, la realidad es que necesitás la contención del sistema escandinavo para poder dar un paso al costado -resumieron-. En Nueva York todo no solo es hipercompetitivo todo el tiempo, sino que se celebra a quien, aun en la adversidad, y cuando el sentido común quizá indicaría que es futil, no se lamenta y no se desvía de su objetivo».
Al respecto, señalaron la popularidad de la frase (devenida meme, camisetas y demás): «A pesar de todo, ella persistió», que buena parte del movimiento feminista tomó como eslogan. La frase hace referencia a un acontecimiento político puntual (la senadora progresista Elisabeth Warren, quien siguió luchando para evitar el nombramiento del procurador general, a pesar de que el Senado la calló terminantemente durante el proceso). Pero la frase luego tomó vida propia y se volvió una síntesis admirada del no parar ante nada.
Por otra parte, también se puede pensar qué ocurriría en el otro extremo, cuando socialmente la búsqueda del éxito o la responsabilidad individual de las acciones no es algo en lo que se pone tanto énfasis: si todo se vuelve pyt, entonces quizá ya nada es pyt.
Helweg-Larsen hace ciertas salvedades: «Uno no puede decir ‘pyt’ como respuesta a algo grave. Tampoco debe ser usado cuando se debe tomar responsabilidad, ni puede ser usado como una excusa para la inacción. Los daneses que enseñan psicología del bienestar han escrito sobre cómo aplicar pyt a demasiados aspectos de la vida no es sano, especialmente si hacen referencia a los valores o necesidades de base», sostuvo.
Quizá la pregunta clave es cómo saber cuál es el momento indicado para actuar o no. De esto, mucho ya se escribió al respecto. Quizá la frase más famosa sea la llamada plegaria de la serenidad, atribuida al teólogo estadounidense de origen alemán Reinhold Niebuhr y cuya versión más conocida dice: «Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia». Y que se supone está basada en escritos similares de Epícteto a Frierdrich Schiller pasando por filósofos de la India del siglo VIII y varios más de distintas partes del planeta. Pero cuando lo escandinavo está de moda, y trae connotaciones de equitativo y de avanzada, por supuesto que es mucho más corto y cool decir, simplemente, «pyt».