El Cirque du Soleil desde adentro: cómo es “Ovo”, la megaproducción que llega por primera vez a la Argentina
MIRÁ LA GALERÍA DE IMÁGENES Y EL VIDEO. Estrena el sábado 15 de junio. El show recorrió más de 130 ciudades. En él trabajan 100 personas de 25 países. Clarín presenció el show en Paraguay y lo adelanta, sin spoiler.
Una acróbata caracterizada de escarabajo salta al vacío de espaldas desde una plataforma a 5,5 metros de altura. Gira en el aire y toma los brazos de un compañero que la espera agachado sobre la misma columna colgante. El hombre la arroja hacia una segunda estructura, a 6 metros de distancia. La mujer vuelve a girar hasta alcanzar a otro partenaire. Y sigue: salto al vacío, pirueta en el aire, manos salvadoras en una tercera tarima. Al rato, son seis las que vuelan y pasan de brazos con una naturalidad que asombra. Durante el show en Asunción, Paraguay, cuesta pestañar. Cerrar los ojos puede implicar perderse el remate de un truco imposible.
Las miradas de los 2.000 espectadores, que esta noche desembolsaron sus guaraníes para estar en la función de Ovo, siguen a grillos que desafían la gravedad, arañas hiperflexibles y hormigas malabaristas. Eso pasa en el escenario. Tras bambalinas es otra la historia: 100 personas de 25 países viajan por el mundo con 25 containers de exportación. Ya se presentaron en más de 130 ciudades. El sábado 15 de junio llegan por primera vez a la Argentina. Clarín accedió al detrás de escena. Acá, el lado b del show y algunos detalles de esta megaproducción del Cirque du Soleil, sin spoilers.
Acróbatas escarabajo en acción. Una de las performance de Ovo, el espectáculo del Cirque du Soleil. Foto: Rafael Mario Quinteros
Risa, sorpresa, miedo, tensión, piel de gallina, alivio. La secuencia se repite en ese orden a lo largo del espectáculo en la Secretaría de Deportes de Asunción, que oficia de arena para el circo. Entre las acrobacias de gran nivel, un grupo de payasos cuenta la historia de una comunidad de insectos que recibe a un mosquito mochilero un poco freak. Este personaje carga un misterioso huevo, que le da nombre a la obra.
Ovo es puro color: amarillos, naranjas, verdes y rojos. Trajes ultra ajustados y brillosos. Glitter en los rostros. Nada está librado al azar, el juego entre iluminación y pantallas y la música brasileña, mezcla de samba y bossa nova, suman para resaltar el talento de los artistas que llevan sus cuerpos al límite.
El show de Ovo en Asunción, Paraguay. Foto: Rafael Mario Quinteros
Algunas escenas parecen salidas de una película de superhéroes. Muchos de los aplausos se los llevan los grillos acróbatas que practican tumbling. Hacen tres, cuarto, cinco, ¿seis? flic-flac seguidos e, impulsados por sus propios saltos sobre una cama elástica, corren varios metros hacia arriba por una pared.
Pero más impresionante que ver a estos saltamontes en acción, es encontrarse con los artistas sin disfraz, en el entrenamiento al que ingresó Clarín. La primera sorpresa tiene que ver con la edad y los cuerpos: ninguno aparenta superar los 25 años y todos tienen brazos y piernas de acero. Son las 16 de un miércoles y el grupo, formado por 13 acróbatas de 9 países, sube al escenario ahora con un coach. Practican los trucos y, contrario a lo que pasa en “el vivo”, acá sí se ven fisuras, caídas leves fuera de la colchoneta seguidas de palabras de aliento del entrenador. Da la sensación de que durante la función van a “lo seguro” y que en los ensayos se permiten ser algo desprolijos en un intento por dar un poco más.
Los grillos acróbatas de Ovo, en el show de Asunción. Foto: Rafael Mario Quinteros
Qiu Jiangming (29), el equilibrista chino que se mueve sobre una cuerda floja con una tranquilidad que genera nervios, está entre los más ovacionados por la gente. Durante su performance como la araña plateada es muy difícil mantener los hombros libres de tensión. El público, casi en simultáneo, se cubre la boca con la palma de la mano y solo la separa de los labios al final del acto para aplaudir fuerte. Ahora, en jogging azul y remera negra practica frente a esta cronista. Pedalea con las manos un monociclo sobre la soga fina y metálica. Cuando se cansa, primero se sienta y despuésse acuesta sobre la misma cuerda para “relajar”. Entre una pose y la otra, sonríe y saluda.
De jogging azul y remera negra: el equilibriste Qiu Jiangming (29) en su ensayo en Asunción. Foto: Rafael Mario Quinteros
Se ensaya por turnos y dependiendo de la cantidad de funciones que tengan en el día. Si son dos, en general, prefieren no entrenar para evitar excederse con la actividad física. A veces, practican la rutina de algún compañero porque no hay reemplazos por fuera de los 50 artistas que participan de Ovo. Es decir que, cada uno, además de su rol en el espectáculo es el back-up de otro de los personajes.
Una hora y media antes de la función queda prohibido el ingreso a la prensa. En ese tiempo, los acróbatas hacen el precalentamiento, se visten y automaquillan.
Detrás de escena: varios artistas entrenan para Ovo en Asunción. Foto: Rafael Mario Quinteros
Cada noche es diferente: algunos actos se intercalan por recomendación de los fisioterapeutas que acompañan al grupo y están pendientes de cuidar a los acróbatas. Los detalles se escriben antes de empezar en una pizarra que está detrás del escenario. Allí también se ubican los músicos que tocan en vivo (piano, acordeón, percusión y vientos) inspirados en la actuación que se desarrolla en el momento.
Atrás del escenario, hay varias pantallas en las que se puede observar lo que está viendo el público. Esa grabación después se reproduce en otra sala, donde los artistas repasan junto a sus instructores lo ocurrido en cada show en busca de aciertos y errores. Los ensayos también se filman.
Ovo es puro color. Los artistas en el escenario de Ovo. Foto: Rafael Mario Quinteros
Después de la función, algunos artistas, pasados de adrenalina, se quedan entrenando en la arena. Otros se vuelven al hotel en combis, que salen cada 30 minutos.
En el circo también tienen un comedor: hay almuerzo y cena. No se les exige una dieta específica ni están obligados a mantener un determinado peso. Por contrato, sí queda asentado que son responsables de llegar en perfectas condiciones a cada show.
Detrás de escena: algunos de los trajes de Ovo. Foto: Rafael Mario Quinteros
Según cuenta Mar González, que es española y está encargada del vestuario, durante las giras trasladan 1.500 piezas entre trajes, sombreros y zapatos. “Cada artista tiene dos vestuarios activos y otros dos de repuesto. Se lavan después de la función y se revisan antes de que los vuelvan a usar. La prioridad es que sean cómodos y seguros”, explica mientras muestra módulos de cajones con telas, hilos, botones y alfileres. En otros hay sombras, rubores, delineadores, bases y brillos en cantidades industriales.
En una sala contigua están las máquinas de coser y muchos de los trajes con detalles para reparar, marcados con ganchos para colgar la ropa. En una tercera habitación, se ven los lavarropas en acción que también viajan con ellos. Los vestuarios tienen una vida útil de seis meses. Luego, son llevados a Canadá, donde algunos se guardan y otros se destruyen.
Más trajes en el backstage de Ovo, el show de Cirque du Soleil. Foto: Rafael Mario Quinteros
Los containers enormes se llevan en camión o barco, según el destino. Con Ovo, en los 10 años que tiene el show, ya visitaron 132 ciudades y la obra fue vista por más de 5 millones de personas. Montar y desmontar todo debería llevarles unas 10 horas. “Eso es lo ideal, pero en la práctica podemos demorar hasta dos días”, señala Heather Reilly, gerenta de compañía de Ovo, que era maestra de escuela y desde hace 17 años se dedica a recorrer el mundo con diferentes obras del circo.
Junto a Tim Bennett, director artístico del show, destacan el trabajo de acróbatas, técnicos y otros empleados para funcionar como un equipo y dejar todo en la cancha a pesar de sus diferencias. “Hay personas de 25 países, se hablan 12 lenguas. Son culturas y maneras de actuar distintas, pero con un objetivo común: mantener el nivel del espectáculo”, sostiene Bennett y asegura que lo logran.
Algunos se animan a decir que este grupo, que siente al circo como su casa, es similar a la comunidad de insectos de la que habla Ovo, y que, al igual que en la ficción, aprende a aceptarse con sus diferencias y a confiar en el otro. Como las acróbatas escarabajo que se tiran al vacío de espaldas y cuentan con los brazos de sus compañeros para seguir volando.
Asunción, Paraguay. Enviada especial
Dónde y cuándo
Ovo se presenta entre el 15 y el 30 de junio en Buenos Aires, en el Estadio Bicentenario ubicado en Tecnópolis. Las entradas para verlo en Buenos Aires cuestan entre 1.800 y 7.500 pesos. El show también se podrá ver en Córdoba, entre el 18 y el 27 de julio, y en Mendoza, entre el 1 y 9 de agosto. La dirección del espectáculo está a cargo de la brasileña Deborah Colker