Dejé pasar la Semana de Mayo porque no quería ser inoportuno. Lo que tengo que decir no es tan grave pero alguien se lo puede tomar a mal, viste cómo está la gente en los tiempos que corren.
El asunto es que el Cabildo de Buenos Aires, ese emblema de la Revolución de Mayo, de nuestra Independencia y de la gloriosa rebeldía anticolonial, no sería tan auténtico como creemos. Lo cortaron dos veces, le hicieron otra torre, la demolieron, la volvieron a construir más chica, le inventaron un contrafrente y hasta la armaron un patio falso “estilo colonial”.
Completo. Realizado por Andrés Blanqui, el mismo arquitecto jesuita de la iglesia del Pilar, en estilo barroco lombardo.
Ojo, no hay que caerle solo al Cabildo porteño con el tema de la autenticidad, la mismísima Casa Histórica de Tucumán es una reconstrucción en la que sólo hay algunos ladrillos originales. El que sí es falso del todo es el Cabildo que se construyó en San Luis como homenaje a los 200 años del primer grito patrio. Esos sí, la réplica puntana muestra tal y cual era originalmente el Cabildo que todos veneramos en Plaza de Mayo.
Para empezar, vos sabrás que, durante la colonia, todas las ciudades importantes tenía cabildo, que no era otra cosa que un grupo de notables que se encargaban del gobierno municipal. De esa junta es que los edificios tomaron el nombre.
Torre nueva. A fines del siglo XIX, el arquitecto Pedro Benoit elevó 10 metros la torre y le agregó molduras y ornamentos a todo el exterior del edificio.
Cuando Garay acertó a fundar por segunda vez Buenos Aires en estas costas, ya dejó un lugar para el edificio del cabildo, pero, parece que no en el lugar que establecía las Leyes de Indias (que contenía un manual para la fundación de ciudades en el Nuevo Mundo). Hasta ahí, todo bien porque nadie puso un ladrillo sobre otro hasta 145 años después. Perdón, sí se levantó una construcción medio precaria en algún momento pero imaginate lo berreta que era que se derrumbó en 1632.
Para que tengas una idea, en 1725, cuando empiezan a construir el Cabildo que ahora todos apreciamos, en la Plaza de Mayo estaba el Fuerte y dos o tres edificios más. El Cabildo, con dos pisos y una torre iba a ser la gran vedette de Buenos Aires.
Chau torre. Cuando se demolió el lado izquierdo del edificios, se quitó la torre por el riesgo de que se derrumbara.
Es cierto que la ansiedad, en esa época, era distinta que ahora y la construcción demandó 40 años. Ya se notaba que demorar las obras públicas se iba a convertir en un clásico local.
El proyecto recayó en el jesuita Giovanni Andrea Bianchi, que acá fue rebautizado como Andrés Blanqui. Nadie sabe si al cura le importó algo que le cambiaran el nombre, lo cierto es que hizo el edificio del cabildo como le gustaba a él, en un barroco lombardo en lugar de en un barroco español. Bueno, seamos sinceros, nadie tenía idea de la diferencia y, con la falta de guita que había, el Cabildo tiene bastante poco de barroco. Imaginate que a los tipos que hicieron las puertas y las rejas les pagaron con barras de chocolate.
Olvidado. Así lucía la Plaza de Mayo con el Cabildo mutilado alrededor de fin del siglo XIX.
Pero volvamos Bianchi, o Blanqui, el tipo se mandó una linda torre elevada sobre dos arcos superpuestos muy italianos. A cada lado, instaló cinco arcos que formaban las galerías. Más tarde le agregaron el balcón de hierro y esas cosas más artesanales. Más de cien años después, el arquitecto Pedro Benoit le hizo una torre 10 metros más alta que la original y llenó el edificio de molduras para que al Gobierno de entonces le parecía un edificio más digno. Para esa época, el Cabildo conservaba sus casi 60 metros de largo con bastante gallardía. Ahora tiene 34 ¿Qué pasó? La piqueta, mi amigo, la piqueta, gran pasión argentina.
Salvataje. Cuando se tiraron los tres arcos de la derecha para abrir la Diagonal Sur, se decidió restaurar el edificio y se le hizo una torre más chica.
Después de los sucesos de mayo de 1810 y toda la algarabía revolucionaria, medio que se olvidaron del Cabildo y lo dejaron envejecer en soledad, sin darle mucha bola. Para 1880, Buenos Aires quería parecer una capital europea, y nació la idea de abrir la Avenida de Mayo ¡Ups! para construirla había que demoler una parte del Cabildo ¡Y daaaleeee! Así perdió sus tres arcos de la izquierda y, de paso, la torre que le había encajado Benoit.
Cuarenta años después, a alguien se le ocurre hacer la Avenida Julio A. Roca y ¡Zas! se cargan tres arcos de la derecha. Para ese entonces, el intendente se entusiasma con demoler todo el cabildito que quedaba, pero la gente se pone loca y tiene que dar marcha atrás. Ahí es cuando todos se dieron cuenta que habían mutilando un monumento histórico y empezaron a cuidarlo. Para eso, llamaron al arquitecto que más sabía del tema: Mario Buschiazzo, sobrino del arquitecto que antes que nadie había demolido una parte del Cabildo. Todo quedaba en familia.
Reliquia. Así quedó hasta hoy, con revoques, torre, contrafrente y patio trasero nuevos pero vintage.
Para salvar el edificio, Buschiazzo (Mario) usó los planos que había hecho Benoit y una acuarela que había pintado Carlos Pellegrini en 1829. El problema surgió con el contrafrente ya que no había nada que documentar como era, así es que lo hizo igual que el frente. A su vez, para que no corriera riesgo de caerse, la nueva torre se la hizo en hormigón y algo más chica que la original porque “quedaba desproporcionada”. Atrás del edificio se hizo la plaza que todos conocemos con “aire colonial” y hasta se colocó un aljibe que era de la casa en la que murió Belgrano para acentuar el clima de época.
No te voy a decir que es todo falso, pero los revoques, por caso, se hicieron de nuevo, desparejos para que parecieran más viejos. Debe haber unas baldosas, unas carpinterías y uno ladrillos originales. De todos modos, no lo tiren por favor. Es lo único que nos queda.