Este conjunto que desembarca en la sala central del centro cultural fue cedido por Enrique Sabater, secretario y administrador de Dalí desde 1968 a 1980, para ser exhibida en forma itinerante en América latina como forma de divulgación de la obra daliniana.
Así, el ingreso recibe al espectador con una serie de fotografías blanco y negro donde el genial artista juega frente a la cámara, ya sea mirando de costado con unas gafas tridimensionales (imagen de 1974), siempre con sus particulares bigotes a los que aplicaba gomina para darle su característico aspecto, o a orillas de una bahía, apenas mojándose los pies, en una toma algo más personal.
La muestra encierra diferentes series del creador oriundo de Figueras, como la del Tarot, una relectura artística de los arcanos que son litografías con formas de naipes donde aparece la figura de su eterna Gala, por ejemplo en la carta número 3, «La emperatriz»; o la serie erótica del Casanova, donde rinde homenaje al gran personaje renacentista libertino, al amante; o la serie del Tiempo donde evidencia, de manera inexorable, su pasión por los relojes derretidos.
«El reloj blando, probablemente uno de los elementos más famosos asociado a Dalí, fue la insignia más importante del surrealismo. El reloj blando es el tiempo blando. El nunca reconoció que estuviera hablando de física cuántica ni de Einstein, simplemente dijo que era una representación visual de algo que había visto en un sueño: un queso camembert derritiéndose por la mesa durante un cálido verano en Cadaqués, y que esa imagen le dio la idea de hacer relojes blandos y derretidos», contó el curador de la exposición Ignacio Shanahan, durante una recorrida para la prensa.
«Dalí era un ‘mentidor’; no un mentiroso, sino un mentidor: una persona que mentía pero siempre decía la verdad. En este caso lo que estaba haciendo es un juego que hacía siempre, de generar una polémica, negar lo obvio. Sin embargo, él estuvo en contacto con todos los maestros que desarrollaron la física cuántica y la relatividad del tiempo. Leía los papers de estos científicos y participaba de sus meetings», agregó el curador.
Resulta imperdible la escultura de bronce «La persistencia de la memoria», encerrada en una vitrina, donde nuevamente un reloj blando se derrite mientras cuelga de una rama -una de las imágenes oníricas más asociadas al surrealismo-, que retoma la idea de que «el tiempo no es rígido, por el contrario flexible», tal como indica el epígrafe de la pieza.
Así, durante la recorrida, el curador fue revelando los simbolismos de los elementos que de manera recurrente este pintor, grabador, escultor, escritor, dramaturgo, poeta y cineasta, volcaba en sus obras: desde las hormigas como el símbolo indiscutido de la laboriosidad y el trabajo permanente, hasta «el huevo, algo que da la vida, una semilla, un instante de la génesis donde el tiempo y el espacio se funden en una sola cosa», explica Shanahan.
La muestra incluye también un exponente de la serie «El Quijote», homenaje a Miguel de Cervantes Saavedra, realizado con remolinos de tinta y donde destaca un preciosismo miniaturista en un detalle que el público deberá mirar a través de una lupa colocada junto a la obra, o la pieza «Gala de espaldas mirando el mar Mediterráneo», que evidencian otra faceta de Dalí, al incursionar en el arte óptico, y que el visitante deberá mirar de cerca, para luego alejarse y volver a observarla para descubrir otra imagen distinta.
En la serie Daliniana destacan dibujos como aquellos que Dalí realizó sobre papel de cáscara de arroz (papel Japón), un material biodegradable al contacto con el aire mismo: «Estas fueron obras creadas para desaparecer en el tiempo. No van a durar para siempre, tiene una fecha de vencimiento intrínseca, el papel se convertirá en polvo. Y pienso que Dalí nos habla otra vez de la temporalidad, de lo efímero en el mundo material, y del arte como algo que tenemos que absorber antes de que desaparezca», señala el curador.
Salvador Dalí (1904-1989) fue un claro exponente del surrealismo, movimiento que tuvo su génesis en 1917 con el poeta Guillaume Apollinaire -que ya le da el nombre de Surrèalisme- y con el manifiesto que el poeta rumano Tristán Tzara publicó en 1918, en el que afirmaba el principio de la irracionalidad, la rebeldía y la negación.
Se consolida como movimiento en Francia en 1924 con la edición del «Manifiesto Surrealista» de André Bretón, quien integra el grupo junto a Tristán Tzara, Yves Tanguy, René Magritte, Joan Miró y otros.
Dalí fue aceptado tardíamente en esta élite pero luego expulsado, momento en el que acuñó la frase «El Surrealismo soy Yo».
«El surrealismo de Dalí» podrá ser visitada de lunes a sábados de 10 a 21, y los domingos de 12 a 21, en el Centro Cultural Borges, Viamonte 555. Entrada general: $ 250 pesos.