«Fue en Viamonte y Montevideo, un sábado de enero de 1967. Dos años antes del éxito, ¿no? Fui a la casa de Francesco Negrini, director de la revista Lyra, revista de arte de las más prestigiosas donde escribían Borges, Toscanini, una revista ilustrada que salía cada dos meses. Me invitó a cenar porque venía un coreógrafo ruso, de la Ópera de París. Dudé, era joven, tenía 21 años. Yo ya había hecho un éxito, Teleteatro Palmolive del Aire, de Alberto Migré, en Canal 13. Esa fue mi primera movida. Esa noche tuvimos una de esas charlas que marcan el destino. Yo creo en el destino. Como era verano, cuando terminamos a las 2 de la mañana, me acompañaron a la puerta y seguimos la charla ahí en la calle. Entonces, ¿quién pasa? Leonardo Favio, amigo de Negrini. Nos presenta y le dice que yo soy un joven compositor y Favio me dice: ‘Ah, para mi nueva película quiero un compositor nuevo, anotá mi teléfono’».
Vico Berti recuerda a la perfección la noche en la que el destino cruzó su camino con el de Leonardo Favio . Un año después, sería clave para que el cineasta se decidiera a grabar un disco y juntos, en una pequeña habitación, compusieron «Fuiste mía un verano», hito de la música popular argentina de fines de los años 60.
Ese mismo disco, después de cincuenta años y más de 600.000 copias vendidas (la leyenda asegura que tanto la compañía discográfica CBS, editora del álbum, como su competencia, RCA y Odeón, debieron ponerse a fabricar juntas el vinilo de «Fuiste mía un verano», debido a la demanda fenomenal: llegó a vender aproximadamente 100.000 copias en una sola semana), fue reconocido anoche en los Premios Gardel 2019, gracias a su edición remasterizada en CD y vinilo, que celebra su medio siglo de vida.
«Por lo general con Favio nos encontrábamos para hablar de la vida, más que para componer. Fue algo muy personal. Nos veíamos todos los días, había mucho intercambio, no solo para hacer canciones. Recuerdo que me decía cosas como: ‘Vico, ¿cómo hace una persona que nace sin simpatía?’», cuenta Berti, quien a los 74 años tiene registrados con su firma más de 500 temas, una decena de libros y obras de teatro, pinturas y medio millar de artículos de divulgación científica, entre tantas otras actividades artísticas que ha transitado.
Además de «Fuiste mía un verano», junto a Favio compuso canciones como «Quiero la libertad», «Me siento libre», «Anny» y «Extrañándote extrañándote» y escribió la música para El dependiente (1969). «La primera actuación que tuvimos, yo lo acompañaba con la guitarra y él cantaba, fue en la Botica del Ángel, en la calle Lima. De entrada, a algunas personas le chocaba, porque era algo diferente. Pero era magnético con la gente, y eso él lo sentía. Se retroalimentaban, porque él estaba interpretando desde sus entrañas y eso el público lo sentía. En muy poco tiempo se le abrieron las puertas del mundo. Esa poesía y melodía traspasaron todas las fronteras y por eso hoy, cincuenta años después, sigue siendo un éxito. Favio en muchos países de América es Gardel».
Berti asegura que «en esa época la música popular era pasatista y esto salió de lo común, no tenía nada que ver con lo que se estaba haciendo. Salía de la convención de la época».
-¿En qué período cinematográfico de Favio encajaría esta canción?
-En la primera época. Él describe la playa y un pájaro herido, «que entibiaste en tus manos». Es poesía pura y está describiendo la ternura, algo que en la canción popular de esa época no existía. Él no dejó de ser cineasta ahí, porque se expresaba de esa manera. Tuvimos la suerte de que eso después lo tomó el inconsciente colectivo.
La grabación de «Fuiste mía un verano» contó además con los arreglos de Mario Cosentino («un distinto para la época») y la guitarra de Cacho Tirao. «Para un suceso como este, todo tiene que sumar: la letra, la música, el cantante, los arreglos, los músicos, el productor, todo. Y también uno tiene que agradecerle al universo. El talento no basta, tiene que haber una conjunción de elementos y entre ellos las cosas del destino. Originalmente, se iba a grabar con una guitarra criolla, pero Cacho Tirao no la trajo, y vino con una de doce cuerdas. Mientras esperábamos que la fueran a buscar, se grabó con la de doce cuerdas y fue extraordinario. Identifica el tema. En esa época recién empezaban las guitarras con doce cuerdas y fue Cacho Tirao, nada más y nada menos, el que estaba ahí para tocarla».
La contratapa del álbum original -que ahora reproduce la edición en CD- incluía un texto en el que explicaba «¿por qué se dedicó al canto Leonardo Favio?», si ya tenía «fama, una buena posición económica y un futuro brillante como actor y director».
«Si bien es cierto que de entrada tenía dudas, después pasó que todo fue mucho más grande que cualquier expectativa que pudiera tener», dice Berti. «Pasamos de vivir en un lugar de dos ambientes a la suite del Alvear Palace y de estar los dos solos a estar con cincuenta personas alrededor todo el tiempo. Los amigos del campeón. Fue un fenómeno desde todos los niveles».
En la biografía de Favio escrita por la periodista Adriana Schettini, Pasen y vean, el cineasta recuerda a Berti como el ideólogo de su carrera profesional como cantante. «Cuando me vio actuar Vico Berti, con quien ya éramos amigos, me dijo: ‘Vos estás para más’, y empezó a armarme una gira por la provincia de Buenos Aires. Me hacía ensayar todos los días con cuatro músicos y me trajo un repertorio de canciones conocidas y dos de él: Quiero la libertad’ y ‘Me siento libre’. Un día tuve que empezar. Hicimos un largo viaje. Me acuerdo de que me subí al colectivo con los músicos y nos hundimos en la provincia. La verdad es que yo estaba muy nervioso. Para mí era como un debut en el Olympia de París, aunque la realidad era muy otra […] Igual, Vico estaba seguro de que la cosa iba para bien».
Y vaya que tenía razón. «Uno tiene que tener esa obstinación. Yo no creo en las certezas, porque te llevan a la omnipotencia, pero sí creo en la convicción. En ese momento, Favio trajo una forma distinta de expresarse».