Las galerías repusieron obras ante la demanda de los visitantes, cuya concurrencia aumentó un 20 por ciento.
Puntos rojos, acompañados por decenas de agujeros. Eso es lo que había en un rincón del stand de la galería Gachi Prieto, antes ocupado por obras de Sebastián Camacho, pocos minutos antes de que arteBA abriera al público. Era un símbolo del éxito de las ventas concretadas por las galerías desde que inauguró, el miércoles pasado, la 28º edición de la feria de arte con mayor trayectoria de América Latina.
El público creció un 20% respecto de 2018 y, por la alta demanda, en las últimas horas varias galerías se vieron obligadas a reponer su oferta. Las primeras compras se realizaron minutos después de la apertura a invitados especiales.
Al día siguiente, el anuncio de la venta de la monumental pintura de Jorge de la Vega por más de un millón de dólares pareció desatar una fiebre aspiracional. La sensación es que, para contrarrestar la crisis económica, se decidió poner, en La Rural, «toda la carne al asador».
«Es como estar en el MoMA», dijo el galerista Daniel Maman, parado en el sector dedicado a los artistas más consagrados.
Esta «plaza» que invita a la contemplación y el descanso está rodeada por la pieza estrella de De la Vega, devenida parada obligada para la selfie, y por otras de Antonio Berni, Carlos Gorriarena, Alicia Penalba y Pablo Suárez, entre otros grandes artistas.
«El hecho de que cada galería se haya esforzado por traer lo mejor es un síntoma de madurez», agregó Maman, al elogiar las propuestas de sus vecinos: MCMC, Sur, Rubbers, Palatina, Roldán Moderno y Alejandro Faggioni, que vendió cuatro dibujos de distintos artistas al Museo Nacional de Bellas Artes gracias al programa Matching Funds-Fundación Banco Ciudad.
Mientras la concurrencia de público ya superaba en un veinte por ciento las cifras del año pasado, se supo que la obra de Nicolás García Uriburu vendida en Roldán Moderno iniciará una colección institucional del banco Santander Río, principal sponsor de la feria, que abrirá además en el Distrito de las Artes su propia fundación dedicada a las artes visuales.
Los programas de adquisiciones para museos y empresas representan una de las claves del éxito de arteBA, la única feria de arte del mundo impulsada por una fundación sin fines de lucro, que contribuyó a concretar más de un centenar de ventas de este tipo en las últimas tres décadas.
Tras las ya anunciadas al inaugurarse esta edición, en las últimas horas se anunció que el Museo de Arte de Lima (Mali) compró en la galería cordobesa El Gran Vidrio el proyecto «Yo tengo sida» (1993/94), de Roberto Jacoby y Kiwi Sainz. El Hotel Meliá Recoleta Plaza, en tanto, adquirió obras de Adriana Minoliti en la galería Mite y de Jazmín Giordano en Selvanegra, una de las diecisiete galerías emergentes seleccionadas por Alejandra Aguado y Carlos Herrera para la flamante sección Utopia Bombay Sapphire.
En Nora Fisch se vendieron obras de Fernanda Laguna al Museo Tamayo de México y de Osías Yanov a The Rose Art Museum de Boston. La escalera realizada por el joven porteño forma parte de una serie iniciada durante la residencia que realizó en Gasworks, Londres, gracias a otro programa de intercambio que involucra a arteBA, a URRA y a Erica Roberts, gran mecenas de la escena local.
Otro coleccionista digno de imitar es Juan Cambiaso, creador en 2008 del Premio en Obra, uno de los más importantes para artistas jóvenes en la Argentina. También Joaquín Rodríguez y Abel Guaglione, que tomaron la posta de su gestión para recaudar importantes cifras entre donantes anónimos. Este año lograron un nuevo récord al repartir 300.000 pesos entre dos artistas, Alberto Antonio Romero y Lucía Reissig, y un proyecto colectivo, Intemperie.
Una de las primeras galerías en comenzar a reponer obras fue Ruth Benzacar. Reemplazó la instalación de Mariana Telleria, protagonista del envío argentino desde mayo en la Bienal de Venecia, por otra de la artista rosarina.
La misma galería representa a Tomás Saraceno, cuyas telas de araña se exhiben en la flamante sección Cardinal Site. Anteayer se habían vendido tres esculturas del artista tucumano radicado en Berlín, por un valor superior a 30.000 dólares cada una, en el stand que comparte allí con la galería italiana Pinksummer.
Esta última llegó a arteBA de la mano de Patrizia Sandretto Re Rebaudengo, una de las tres «embajadoras» invitadas por arteBA para relanzar la sección más internacional de la feria. Miembro del comité de prestigiosos museos como Tate Gallery, el MoMA, el New Museum y el Philadelphia Museum of Art, ella compartió la responsabilidad con Mercedes Vilardell -presidenta del comité de adquisiciones para África de Tate Modern y miembro del comité internacional de mecenazgo del español Museo Reina Sofía- y Abaseh Mirvali, flamante directora ejecutiva y curadora en jefe del Museo de Arte Contemporáneo de Santa Barbara.
Fue Mirvali quien trajo por primera vez a arteBA obra de Saraceno, cuando tuvo a su cargo la curaduría de la sección U-Turn Project Rooms. «La Argentina tiene artistas muy talentosos, que ya forman parte del lenguaje del arte latinoamericano. Lo que falta es que tengan más representación en galerías extranjeras», dijo a LA NACION en perfecto castellano la cosmopolita curadora de origen iraní, también responsable de haber traído al país a PSM. La galería alemana representa hoy al argentino Eduardo Basualdo y acaba de vender tres obras suyas por más de 30.000 dólares cada una.
Otro de los puntos fuertes de arteBA, destaca Mirvali, es su programa de «networking», que este año reunió a unos 180 coleccionistas y una veintena de curadores y representantes de museos extranjeros. Muchos de ellos participaron ayer del programa de charlas gratuito impulsado junto a Art Basel Cities: Buenos Aires, en La Rural y en el Parque Semana del Arte. Continuarán hoy, último día de esta edición de arteBA que pasará a la historia.
Fuente: Celina Chatruc, La Nación.