Desde el comienzo, la literatura nacional estuvo asociada con los lugares, espacios concretos en los que transcurrían vidas, acciones y experiencias reales e imaginadas. El matadero rioplatense de Esteban Echeverría, el «desierto» según la mirada de Lucio V. Mansilla, la «Australia argentina» que representaban la Patagonia, Tierra del Fuego y la isla de los Estados para Roberto J. Payró y la transformación de Buenos Aires, registrada por Miguel Cané, Nicolás Olivari y Roberto Arlt, son algunos ejemplos de esa «geolocalización» literaria que se remonta en el tiempo.
Ese oficio atento a los escenarios se entrenó en siglos pasados y perdura hasta hoy. Las islas del delta de Tigre visitadas por Haroldo Conti, Alicia Plante y Claudia Aboaf; la localidad de Ensenada recreada por Leopoldo Brizuela; el barrio de Flores según César Aira; el noroeste a través de los prismas verbales de Héctor Tizón y Elvira Orphée, o las sierras cordobesas en las novelas de María Martoccia confirman que la elección de los escenarios de las ficciones siempre es una decisión estética y que los territorios imponen una lógica tan específica como la de un perfume.
El segundo volumen de Diez lugares contados, que este año publicó Planeta en asociación con el Ministerio de Gestión Cultural de la provincia de Buenos Aires, continúa un proyecto iniciado en 2017. En ambas ocasiones, se convocó a diez narradores para que escribieran sobre ciudades y pueblos bonaerenses.
La idea la tuvo, durante un viaje rumbo a Orense, la escritora Bibiana Ricciardi. «Tengo una pequeña cabaña en la costa del sur -dice la escritora-. Ese territorio infinito es sobrecogedor. Se me dio por pensar cómo se podría contar una provincia que es un país. Tiene mar, tiene sierras, ríos, lagunas, inundaciones, distancias insalvables, soledad, viento, desierto, verde húmedo, puertos. Y pensé que si había una herramienta con la que se pudiera contar la provincia, esa era la metáfora». Se registran 135 municipios en la provincia de Buenos Aires y en cada municipio crecen varias localidades.
La propuesta fue aceptada de inmediato por los funcionarios provinciales y el primer volumen de Diez lugares contados se editó con relatos de Marcos Almada, Gabriela Cabezón Cámara, Florencia Canale, Federico Jeanmaire, Patricio Eleisegui, Guillermo Martínez, Sergio Olguín, Leonardo Oyola, Alejandra Zina y la misma Ricciardi, que escribió un relato sobre la tierra de Manuel Puig: Coronel Villegas. En ese libro se puede leer una nota introductoria de la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal.
El segundo tomo de la serie tuvo a Guillermo Pintos como antólogo y, en lugar de Vidal, es el ministro de Gestión Cultural, Alejandro Gómez, el que presenta Diez lugares contados II. «De aquel proyecto, que se inscribe en un programa de ediciones llamado Leer Hace Bien, se mantuvo la premisa inicial de ambientar los relatos en pueblos, ciudades y paisajes de la provincia, pero esta vez hubo piedra libre creativa», dice Pintos. Fueron invitados a escribir por encargo otros diez escritores de distintas generaciones y estilos, hombres y mujeres con peso específico en el mapa de la narrativa argentina actual: Marcelo Birmajer, Miguel Russo, Sylvia Iparraguirre, Carlos Balmaceda, Fernanda García Lao, Cecilia Szperling, Natalia Moret, Fabián Casas, Ana Wajszczuk yJorge Fernández Díaz.
«El plantel convocado estuvo a la altura del acontecimiento -revela Pintos-. Los autores viajaron a los lugares donde decidieron ambientar sus relatos, investigaron, se sumergieron en cada una de sus historias y se dejaron llevar por el espíritu bonaerense en el que conviven las grandes ciudades y los pequeños pueblos, una vía de tren, una ruta provincial y un camino de tierra». Los diez relatos van del costumbrismo a la fantasía, pasando por la crónica y la experimentación. «Y cumplen con su función básica: contar una historia, introducirnos con los personajes, vivir sus experiencias», agrega el compilador estos viajes literarios por el territorio bonaerense.
El cuento de Fernández Díaz se ambienta en Béccar y se enfoca en la vida de un solitario corrector. «Mamá transcurría, básicamente, en los dos lugares de mi vida: Asturias y el barrio porteño de Palermo Viejo, al que llamábamos Palermo Pobre -cuenta el escritor y periodista-. Luego escribí la trilogía de Fernández (Fernández, Corazones desatados y La segunda vida de las flores), donde ese territorio porteño, sus mitologías viejas y modernas, y su perturbadora transformación en Palermo Hollywood, servía de escenario para la evolución del protagonista y de otros personajes. Durante un tiempo, me mudé a la zona norte del Gran Buenos Aires, tomaba todos los días el tren de la línea Mitre y merodeaba esas estaciones y sus barrios. De esa experiencia surge la idea de utilizar Béccar para el cuento ‘Los tres propósitos’. Siento que esa historia no podría haber sucedido en Palermo. Los lugares, en literatura, habitualmente no resultan indistintos y su elección no es inocua: condicionan y son un personaje más».
Consultado sobre la importancia que el escenario cobra en la ficción literaria, el escritor y guionista Marcelo Birmajer sostiene que un lugar siempre constituye un desafío a la imaginación. «La reinvención de lo conocido o la invención de lo desconocido son esfuerzos similares a la hora de narrar -dice el autor de El rescate del mesías-. En literatura, se puede narrar un lugar sin la experiencia directa, pero no sin imaginación. Me he encontrado con narradores que han narrado lugares que no conocían acudiendo a la guía Peuser, y el resultado es un texto artificial, con manierismos y recurrencias eruditas, pero sin vinculación con la trama. O, por el contrario, narradores tan seguros de su conocimiento del sitio que no sentían la necesidad de compartirlo con el lector. La literatura siempre es un esfuerzo de traducción de nuestra percepción a una percepción ajena». El cuento de Birmajer «Speak Idish» transcurre en Carlos Casares y narra un encuentro entre un escritor y sus cómicos guías en el pueblo que ayudaron a desarrollar colonos judíos a inicios del siglo XX.
«Creo que finalmente la hegemonía es de la trama -concluye Birmajer-. Cuando uno tiene una buena historia para contar, el escenario se va acomodando. Si no hay historia, no hay mapa que alcance. Con Carlos Casares yo tenía una relación equidistante: no conocía el lugar, pero había visitado en los años previos casi todas los emprendimientos agrícolas judíos que se intentaron entre fines del 1800 y mediados del 1900. La distancia entre lo referente y lo desconocido era óptima, al menos para mí, para la invención». Esa equidistancia entre los lugares recorridos y los lugares narrados encuentra su rol en la literatura.
En dos cuentos de Diez lugares contados II tienen protagonismo espacios creados por Victoria Ocampo. En «Ecos de los jardines de Babel», del escritor Carlos Balmaceda, la Villa Victoria Ocampo, situada en la ciudad de Mar del Plata, es la sede de un encuentro entre Jorge Luis Borges y una de sus musas literarias y extraliterarias. Cecilia Szperling, en cambio, eligió Villa Ocampo, mansión ubicada en San Isidro. «Cada vez que iba, me inundaban el pasado y la historia -confiesa Szperling-. Una casa, un lugar privado y público a la vez. Al escribir, percibí ese territorio como un teatro. Victoria Ocampo quiso ser actriz y sus padres se lo prohibieron. Su primer texto fue denostado por su mejor amigo escritor. Decide ser actriz de la literatura y convierte esa casa en un teatro cargado de personajes célebres, artistas y tertulias. Así vi ese lugar al querer contarlo». Su contribución al volumen, «La casa era un teatro. Diccionario onírico de unos paseos por la Villa Ocampo en San Isidro», es el texto más performático de la antología. «El trauma de lo que se nos niega impulsa el arte o ese es el mito que nos gusta alimentar», se lee en el relato firmado por Szperling.
Completan el volumen un cuento de Casas ambientado en Duggan, donde relata una visita a Darío Rojo, «uno de los poetas más extraños que conozco», según confiesa la voz narrativa; «Prohibido entender este momento», otra de las logradas ficciones paranoicas de García Lao (que se desarrolla en Carmen de Patagones); un viaje a Balcarce en auto, modulado por la voz de una chica, a cargo de Wajszczuk; un relato de Russo que sigue los pasos de un grupo de amigos, fanáticos del fútbol, de Chascomús a Quilmes, en busca de una señora que hace «trabajos mágicos».
El proyecto literario de contar la provincia de Buenos Aires seguramente continuará. Mientras tanto, en algunas localidades, como Mar del Plata, ya lo hicieron propio. En diciembre de 2018, se convocó a participar a vecinos para que escribieran sobre esa ciudad. El resultado es un libro de cuentos digital, Pinta tu aldea, Mar del Plata, que se presentará en las próximas semanas. Las gestoras de la iniciativa, Ricciardi y Rosalía Giufré, directora de la Biblioteca Central de la provincia, anhelan que Pinta tu aldea se realice en distintos pueblos y ciudades. Mientras los narradores eligen sus propias unidades de lugar, las historias se escriben en el tiempo.
Antología
Diez lugares contados II / Editorial: Planeta / Páginas: 215 / Autores: Marcelo Birmajer, Miguel Russo, Sylvia Iparraguirre, Carlos Balmaceda, Fernanda García Lao, Cecilia Szperling, Fabián Casas, Natalia Moret, Ana Wajszczuk y Jorge Fernández Díaz.
Borges, en estampilla
El Correo Argentino emitió una serie de sellos postales para coleccionistas en homenaje por los 120 años del nacimiento de Jorge Luis Borges. Con un valor de $145, la estampilla tiene fondo negro y está ilustrada con un retrato del poeta, de perfil y con su bastón en la mano. Junto con esta edición limitada también se presentó otra en conmemoración del Congreso Internacional de la Lengua, que cerró el sábado en Córdoba.