En el Teatro San Martín, de Córdoba, se discutió sobre El español y la sociedad digital. Participaban las periodistas culturales Cristina Mucci y Matilde Sánchez -editora general de la Revista Ñ-, moderaba la periodista Raquel Garzón -editora general adjunta de la misma revista- y presidía la mesa Aristides Royo, director de la Academia Panameña de la Lengua. Unas 500 personas siguieron el debate. Aquí, una versión de la ponencia de Matilde Sánchez.
Esquirlas y bits
A fines de los 90, una columna empleaba la palabra mediático. Lo intentaba… Los correctores, los que ya quedaban, la desconocían por completo y no dudaron en reemplazarla por el adverbio inmediato. Pocos días después, la palabra mediático se imprimía en letras de molde y entraba en el torrente del periodismo, con naturalidad. ¿O acaso había que explicarla? Comienza así una cronología que provisoriamente bautizaremos “La erosión de las palabras en tiempos de velocidad digital”.
Apenas dos años más tarde, entrevistamos al filósofo Paolo Virno y lo titulamos Esquirlas de pasadas batallas. Recuerdo que algunos en la redacción objetaron mucho esquirla, que nadie parecía conocer pero tenía su linda música. Es una palabra curiosa, muy poco usada en periodismo, donde se habría preferido metralla o astilla de proyectil; una palabra extranjera en el propio idioma y fechada en España. Era precisa al atribuirla al armamento de la Guerra Civil y cierta munición que solía astillarse con facilidad en el interior de un cuerpo –en este caso, seguían a la deriva en la pierna de un republicano, que emigró con ellas. Las invisibles esquirlas habían encontrado una inesperada sobrevida en tiempos de paz.
Por un camino misterioso, quizá debido a su exactitud, esquirla se montó en el interés por Virno y otros filósofos italianos de izquierda. Dos semanas más tarde, otro diario porteño reprodujo el artículo con el mismo título. Eso selló su contagio: las esquirlas entraron de lleno en el capital intelectual común, hasta adquirir sobre todo un uso metafórico.
Si hoy uno la ingresa en el buscador, nunca llegará al artículo original pero la encontrará en miles de páginas, como sinónimo de añico o astilla, fragmento de vidrio o terracota. Desde 2014 nombra un videojuego colombiano, Esquirlas de 8 Bits, con el trasfondo de Pablo Escobar y la Medellín violenta. Los 8 bits aluden a las balas RIP, que no significa Requiescat in Pace sino, en inglés, Proyectil Radicalmente Invasivo, lo que convierte esas municiones en las más mortíferas: cada una se divide en 8 esquirlas o sub-balas, con su propia trayectoria. A través de un contenido digital en un soporte electrónico, un videojuego, la palabra propia de la España de los años 30 conectó con las generaciones más jóvenes y sus pantallas y con el bit, la unidad mínima de información.
Redes sociales. Sus usos y sus peligros. / AFP
Esquirla fue mi primer objeto lexical de observación directa, en ese laboratorio de popularización anónima del lenguaje que son los diarios en internet. Seguí rastreando en tiempo real el circuito seguido por otros vocablos –y no me refiero a las palabras inglesas de uso corriente-, convertidos en palabras de uso habitual y erosionados muy rápido debido a las redes, porque la viralidad tomó una dinámica acelerada.
La carrera por las mediciones, que no es asunto menor sino de supervivencia en los diarios, también ha influido en el estatuto tradicional de la verdad y el chequeo de la veracidad informativa. El contagio instantáneo de uso que supone lo viral crea glosarios nacionales, profesionales y etarios, inseparables de la evolución de la democracia. Los neopopulismos y la degradación de la calidad de la política en el mundo entero están vinculados con ese contagio.
Sin embargo, las redes no son ni buena ni malas en sí, son según el uso que les de cada medio. No aportaron solo una herramienta para vigilarnos unos a otros y crear así la sociedad de vigilancia actual. También han extendido la circulación del conocimiento, y es indudable que intensifican la percepción ante el arte, que es una forma particular del saber. Esto se logró en un período récord y de un modo que no habríamos juzgado posible. Si el filósofo Gilles Deleuze observaba en los años 70 que la invención del cine creó nuevas conexiones neuronales, podemos calcular lo que la duplicación virtual del mundo está haciendo en el cerebro humano. Ahí tenemos otra vez una palabra curiosa, con su propio desgaste: lo virtual explicaba ese nuevo mundo pero ha caído en desuso casi tanto como la palabra avatar.
Fuente: Clarín.