Desde finales del siglo XIX hasta las primeras sondas espaciales rusas, se pensaba que Venus, al estar rodeado por una cortina de nubes, albergaba en su interior un ecosistema con temperaturas cálidas, bosques, pantanos y hasta dinosaurios. Sin embargo, el planeta es un mundo ardiente con temperaturas de 450 °C, una atmósfera corrosiva y presiones aplastantes en la superficie. Todos los robots que tocaron sus rocas basálticas se fundiendo de inmediato. Las agencias espaciales de Rusia y Estados Unidosconcentraron fuerzas para enviar en 2026 un módulo de descenso con un escudo térmico, capaz de enviar información sobre la geología de este misterioso planeta.
Durante el siglo XX, la URSS envió a Venus más de 30 sondas espaciales –por eso fue bautizado como el ‘planeta ruso’- aunque todos dejaban de funcionar antes de tocar el suelo. Ahora, Roscosmos y la NASA unieron sus tecnologías espaciales para llevar adelante Venera-D, un proyecto para diseñar un orbitador y un módulo de aterrizaje de alta resistencia para 2026, equipado con instrumentos científicos aptos para operar en este infierno de basalto solidificado.
La última misión que estudió la superficie de Venus fue Magellan, que produjo los datos detrás de esta imagen antes de su desaparición en 1994.
Uno de los objetivos de la misión es aterrizar durante el día venusiano y permanecer hasta el atardecer. Y si bien en la escala temporal de la Tierra esto puede resultar insuficiente, hay que tener en cuenta que Venus posee el día más largo del Sistema Solar, equivalente a 243 días de calendario. Esto se debe a que gira al revés, es decir, en el sentido de las agujas del reloj, contrario al movimiento de los otros planetas.
En cuanto al diseño y la construcción, los científicos rusos se ocuparán de la creación del centro portátil de investigación y del aterrizador que viaja a bordo de la nave. Mientras que los norteamericanos deberán asegurar la “supervivencia” de dicho módulogracias a los materiales que disponen, que son resistentes a las agresivas condiciones atmosféricas del planeta.
A su vez, dentro del aterrizador se instalará una pequeña estación de la NASA de larga duración, que según las estimaciones de sus ingenieros, funcionará durante 3 horas venusianas o 60 días terrestres. Ya que las condiciones de Venus impiden que la microelectrónica resista más tiempo.
Esto se debe a que la atmósfera es muy densa, ya que en su mayoría, está compuesta por dióxido de carbono, lo que provoca un fuerte efecto invernadero que eleva la temperatura de la superficie hasta los 450 °C. A esto se le suma una presión 90 veces superior a la terrestre, equivalente a la que se encuentra a un kilómetro de profundidad en el mar.
Aunque inhóspito, Venus es también el planeta más próximo a la Tierra (está a 40 millones de kilómetros, mientras Marte a 59 millones de kilómetros) y durante años se lo consideró como un hermano terrestre. La nueva misión Venera D (el Programa Venera soviético exploró el planeta entre 1961 y 1984) podría estudiar los fenómenos físicos de nuestro vecino que de momento son un interrogante.
Es así que el módulo de larga duración podría ayudar a investigar la actividad volcánica de Venus y la composición de su lava. Además, estudiar la atmósfera y la actividad sísmica, ya que todos los modelos de la estructura interna de Venus carecen de datos experimentales y se basan en el estudio de los fenómenos sísmicos de la Tierra.
Otro elemento adicional propuesto por la NASA es una plataforma atmosférica, es decir, una aeronave que flote en la atmósfera. A tal efecto se propusieron siete tipos de plataformas. Tras ser discutidas por el Grupo de Trabajo Científico Conjunto, se eligió la opción de un globo con una altura de navegación variable.
Recreación artística de la la estación interplanetaria Venera 7
El tercer elemento en juego es un conjunto de subsatélites rusos que observarán a Venus, uno del lado del día y el otro del nocturno. El objetivo es explorar el plasma del viento solar y su interacción con el planeta. Los datos científicos de todos los dispositivos se transmitirán al orbitador y de allí a la Tierra.
El primer lanzamiento de una nave a Venus tuvo lugar en agosto de 1970, cuando la estación interplanetaria Venera 7 realizó el primer aterrizaje con éxito. En 1975, la nave Venera 9 transmitió a la Tierra nuevas imágenes de la superficie. En 1982 la sonda Venera 13 captó imágenes panorámicas a color de Venus y pistas de audio.
Fuente: Marcelo Bellucci, Clarín