En la Universidad de Oxford, Inglaterra, por ejemplo, concluyeron que 8 de cada 10 adolescentes confunden información con publicidad y 7 de cada 10 creen todo lo que dice la web. En Estados Unidos, el American Press Institute, detectó que el 80% de la población americana adulta se informa por las redes sociales con los problemas que esto conlleva por la proliferación de noticias falsas, comúnmente conocidas como “Fake news”.
Nuevas tecnologías. “ La responsabilidad y el desafío sigue siendo la propuesta de la escuela”, dice Morduchowicz. Foto: Alfredo Martinez.
¿Los chicos leen menos que antes, producto de la tecnología social, o es sólo un mito o percepción equivocada?
Está el prejuicio y el preconcepto que en un mundo de pantallas, los chicos de hoy leen menos que los de antes. Pero no leen menos sino que lo hacen de manera diferente, más fragmentada y mosaica con otros fines y soportes. Porque el chico que busca información sobre su banda de música o equipo de fútbol preferido, también está leyendo. No hay un único tipo de lector ni una única manera de leer ni único soporte de lectura así que hay que atender a la multiplicidad de lecturas
¿De qué manera absorbe contenidos esta generación de chicos multitasking, que consume información con tantas pantallas al mismo tiempo?
En muchos congresos se dice que se necesitaría un Piaget (Jean) del siglo XXI, que entienda los procesos de aprendizaje actuales. Para cualquier adulto es difícil entender que los chicos de hoy puedan buscar información o hacer la tarea mientras miran televisión, hablan por celular, navegan por internet y escuchan música al mismo tiempo. Es la generación de lo simultáneo, de la superposición. Pero no hay estudios concluyentes que por esta multifuncionalidad haya bajado el rendimiento escolar o se dé repetición escolar. Como dicen los propios adolescentes: es lo que hay. Lo que tienen que hacer psicólogos, pediatras, padres, docentes, todos aquellos que trabajan o conviven con chicos, es entender cómo es la generación actual, donde la percepción se hace en simultáneo y el aprendizaje se da en múltiples pantallas.
Podemos imaginar que muchos de estos chicos y jóvenes en quince o veinte años ocuparán roles de liderazgo. ¿De qué modo, en este contexto de consumo en múltiples pantallas, están teniendo capacidad reflexiva?
Primero hay que decir que esta generación, los que tienen menos de dieciocho años, es fundamentalmente visual y se conectan a través de las pantallas. Todo es simultáneo, superpuesto, visual, fragmentado, mosaico y el zapping, que para nosotros era una conducta frente al televisor, para ellos lo es frente a la vida. Para estos chicos la información la reciben las veinticuatro horas y sobre todo a través de las redes sociales. Dicho esto, aunque no se puede generalizar, podemos decir que la manera en que se relacionan con la tecnología es un saber instrumental, del estilo de cómo bajarse una aplicación en el celular, pero en lo crítico les falta mucho. Se sabe que si buscan información, que es la segunda actividad más importante después de las redes sociales, utilizan el primer link que ven, copian y pegan cualquier información que les llega, viralizan sin chequear, no identifican la fuente y es más importante quién se la envió que quien lo produjo. Por todo esto vemos que la relación de los chicos con las tecnologías no es del todo crítica y reflexiva que quisiéramos que fuera.
¿Hay alguna responsabilidad de las tecnologías en esta falta de capacidad crítica de los jóvenes o el problema sigue estando en la escuela?
No, la tecnología no es la responsable, es como asumir que tienen un poder omnipotente sobre nosotros. No hay una relación de causa y efecto entre las pantallas y el comportamiento en la vida real. De hecho, el horrendo suceso que ocurrió en Nueva Zelanda, con el extremista australiano que produjo una masacre filmando todo con una camarita en su cabeza como si se tratara de un videojuego, allí tampoco hay una relación lineal de causa efecto entre lo que la persona ve en su pantalla y la vida. Las pantallas no tienen el poder para hacer de la persona lo que quiere sino su contexto social, familiar y personal. Antes tampoco éramos muy críticos de la información que utilizábamos en la escuela. El problema es que ahora la cantidad de fuentes de información de que disponen los chicos es mucho más abundante Se tiende a creer que a mayor información, más fácil serán las decisiones y muchas veces pasa lo contrario, la confusión o infoxicación, porque se intoxican de información si no saben manejarla. Abren demasiadas ventanas y cuando llegan a la última pierden de vista quién es el autor de ese contenido y si no conocen quién es pueden utilizar una información falsa que se convierte en proliferación de fake news.
¿Cómo se está trabajando esta problemática a nivel global?
Es un problema grave en todo el mundo y por eso la Unesco sacó un programa llamado Alfabetización Informacional en todo el mundo que trata de promover que las políticas públicas empiecen a trabajar con las escuelas sobre esta alfabetización nueva. La responsabilidad y el desafío sigue siendo la propuesta de la escuela. Para afrontar este desafío educativo hoy no hace falta una nueva receta sino enseñar a pensar. Hay que volver a esa vieja fórmula.
Señas particulares
Roxana Morduchowicz, doctora en Comunicación. Foto: Alfredo Martinez.
Roxana Morduchowicz creció como periodista hasta que creó en los años ‘80 el programa “El diario en la escuela”, como agente socializador en la incipiente democracia. Especialista en cultura juvenil y en la relación de éstos con las pantallas e internet, es doctora en Comunicación por la Universidad de París y consultora de la UNESCO en temas de educación y tecnologías. Estudia la temática de las redes sociales aunque prefiere no tener cuenta personal en las plataformas. Es autora de los libros “Ruidos en la web” (2018), “Los adolescentes del siglo XXI” (2013) y “Los chicos y las pantallas” (2014), entre otros.
Fuente: Por Alejandro Czerwacki – Clarín