Entre una vieja y descascarada casona en Ciudad Jardín, en El Palomar, y el Palacio Duhau, en pleno barrio de Recoleta, existe una distancia de más de 50 años. No hace falta una de aquellas fantásticas máquinas del tiempo ideadas por H. G. Wells para realizar ese recorrido. Uno puede cubrir el trayecto simplemente sentándose frente a Gustavo Santaolalla, aquí en el restaurante del Duhau, y dejándolo hablar. Gustavo pone a correr la cinta de sus recuerdos. Y lo hace con dosis similares de entusiasmo y ternura.
El mismo tipo que se ganó dos Premios Oscars por su música para películas, el que hace poquito tiempo fue convocado nada menos que por Eric Clapton para que le compusiera la música incidental de su filme documental Life in Twelve Bars, el productor de bandas seminales del rock en toda América, el fanático de Tesla, el fundador del sello discográfico Surco, el descubridor de León Gieco, el autor de la música de uno de los videojuegos más aclamados de los últimos tiempos, The Last of Us, y tantas otras cosas más, aprovecha el final de su ciclo Desandando Caminos (el miércoles 13 de febrero en el Teatro Colón) para hacer lo propio en esta charla.
De las primeras grabaciones con Arco Iris a colaborar con Eric Clapton para el filme documental del guitarrista, una vida enhebrada con música. (Foto: Bárbara Lanata)
-Si esto fuera una película que comienza con la grabación del primer simple de Arco iris, Lo Veo en tus Ojos, y culmina con este encuentro tuyo con Eric Clapton. ¿Qué conclusiones sacarías?
-¡Que hubo mucho, pero muchísimo trabajo en el medio! Mucha dedicación y compromiso. Creo que en toda mi carrera siempre hubo visión, y más que nada un gran compromiso con ella. Y también algo que siempre digo: esto se trata de un 80 por ciento de transpirar la camiseta y un 20 de inspiración. Pero el compromiso es lo más importante. A veces tuve que ajustarme el cinturón y lo pase mal, pero nunca lo abandoné.
-Siempre fuiste una persona perseverante y disciplinada…
-Yo llevaba una vida monástica; vivía como un monje. Llevé una vida sumamente disciplinada entre los 18 y los 24 años. Tenía que ver con la comunidad que habíamos armado con Dana y los Arco Iris, con la visión de aquel momento.
Gustavo Santaolalla (segundo desde la izquierda), junto a sus compañeros de Arco Iris, Horacio Gianello, Sergio Bordarampé y Ara Tokatlian.
-Supongo que no habrá sido fácil. Si hasta tenían votos de castidad…
-Esa época la sufrí mucho, pero también me dio sus frutos. Apendí de las cosas buenas y de las cosas malas, porque había de las dos. Para mí fue una experiencia muy importante. Pero sí… Me costó bastante. Fue muy duro en un momento. No volvería a pasar por eso (se rie). Igual, la disciplina es algo que me acompaña desde muy chico. Fue algo que me inculcaron en mi casa, no era solamente de Arco Iris. Ya lo traía incorporado. Mis padres eran exigentes. Mi madre, sobre todo, lo era. Y hoy se lo agradezco muchísimo. El concepto de la disciplina es un concepto al que adhiero totalmente… En muchas cosas sigo siendo muy disciplinado. Aún en la indisciplina es importante la disciplina. O sea, en el delirio también es importante la disciplina.
-Comenzaste a escribir canciones desde muy chico. ¿Cómo fue tu primer contacto con la música? ¿Qué sucedía en tu casa?
-Mis padres eran ávidos consumidores de música. Ninguno de ellos era músico, pero en cambio eran grandes compradores de discos. Escuchaban mucho un programa de radio que se llamaba Música en el Aire. Yo tenía tres años, pero tengo el recuerdo muy fresco. Es más, todavía conservo una colección increíble de discos de pasta de ellos. De hecho, hay un tema que muy probablemente lo toque en el concierto del Colón; una canción que encontré en esos discos.
-¿Un tema que no tocaste en la apertura de este ciclo?
-Sí. Va a ser un raconto del raconto. Hace dos años que empecé con este proyecto. Lo arrancamos y lo vamos a cerrar en el Teatro Colón. Una de las cosas que pasaron en estos dos años es que fui a tocar a Ecuador, y allá hubo un cantante que es como el equivalente de Carlos Gardel para nosotros: Julio Jaramillo. Mis padres tenían una copia en disco de pasta de un éxito suyo, que era Nuestro juramento. Un temazo. Y en honor a eso me lo aprendí a la noche, y lo toqué al día siguiente en el show que hicimos allá, y fue increíble. Así que lo quisiera tocar en el Colón, como un pequeño homenaje. Te digo esto y todavía tengo grabada en la mente hasta la etiqueta blanca de ese disco, que era de Columbia Records.
-De modo que en tu casa había música todo el tiempo.
-Compraban discos todas las semanas. Cuando se pasó de la pasta a los vinilos, compraban más los simples, y así entró la música pop americana. Porque en casa se escuchaba de todo. Mis padres tenían una discoteca que iba del tango a la música folclórica, pop americano, música clásica, de todo. Empecé a consumir cantantes pop como Paul Anka, Neil Sedaka y Presley. Y cuando escuché a Elvis me voló la cabeza; yo tendría 11 años. Pero a los 13 aparecieron Los Beatles, y ahí se terminó todo.
Una casa inspiradora. En su hogar, Santaolalla escuchó a neil sedaka, Paul Anka y Elvis Presley. Pero The beatles le volaron la cabeza. (Foto: Bárbara Lanata)
-Quisiste empezar a tocar vos también…
-¡Totalmente! Yo tuve una guitarra eléctrica antes de que salieran los Beatles. Me la regalaron mis viejos. Era una Morgan, como una Stratocaster de Fender, pero de caja. Tenia un solo micrófono, y la enchufaba a un grabador o a un tocadiscos. Con el tiempo me compraron un amplificador. Mis viejos siempre me apoyaron. Imaginate, ¿a qué pibe de 12 años le regalaban sus viejos una guitarra eléctrica en esa época?
-Eso significa que para cuando formaste Arco iris ya tenías sólidos conocimientos musicales.
-¡Claro! Pasó asi: mi viejo laburaba en publicidad, y me consiguió que grabara algunos demos. Grabé el primero a los 13. A los 14 grabé otro y a los 15 uno más. Los grababa en Phonal, que luego se unió a los estudios de cine Alex e hicieron Phonalex, en la calle Santa Fe. Te daban un acetato, al mejor estilo Elvis. Esos eran temas míos, todos originals y cantados en inglés: Sweet Bird y I´m Thinking of You se llamaban los primeros que grabé. Ahí conseguí verme con Ricardo Kleiman que era el gran productor de aquel momento, dueño del programa radial Modart en la noche, que estaba asociado con un tipo que fue muy importante para mí, llamado Fernando Falcón. Firmaban bandas como más pops, tipo Los In, Lechuga, Grupo Uno, y di una prueba. Ya había dado una, en una sala de ensayo mítica que era Callao 11. ¿Conociste ‘Callao 11’? Al lado había unas pizzería; era entrando por una puertita, en un sótano. Toqué esos temas en inglés, y me preguntaron: “¿No tenes algo en español?”
-¿Tenías?
-Sí. Les toqué Canción para una mujer, que es el lado B del simple Lo veo en tus ojos. Después de eso me llevó seis meses de llamados telefónicos, de ir todos los días a la oficina de esa productora, que se llamaba Intershow. Esperábamos todos ahí. Me acuerdo que estaban Juan y Juan, por ejemplo. Te hacían pasar y tocabas un tema, hablaban entre ellos y te ibas a tu casa medio desmoralizado. Finalmente, firmamos. Yo iba a la escuela, pero a la noche tenía la radio Spika debajo de la almohada. Tenía que estar durmiendo, pero bueno… Y a las once de la noche, de repente, ¡escucho que suena mi tema en el programa!.
-Me imagino la emoción. Lo raro de Arco iris fue que comenzaron haciendo un pop algo ‘ñoño’, pero enseguida viraron a una música vanguardista
-Sí. Cada vez me veía más comprometido con que quería hacer: una música más zarpada. En un momento le hice un planteo a Falcón: “Mirá, nosotros queremos hacer nuestra música”. Y nos dio carta libre. Así salió el primer álbum de Arco iris, el de la tapa color rosa. Ese álbum contiene todo. Ahí está todo, contiene toda la música de mi carrera. La música de películas, mis canciones, las más comerciales y las más vanguardistas, como Canción de cuna para un niño astronauta. No sabés lo que fue sacar de nuevo los acordes de ese tema para tocarlo en el Colón.
-Arco iris salió al mismo tiempo que Almendra, pero a ustedes les costó un poco más, ¿no?
–Lo que pasó fue que Almendra y Manal se conocieron más porque ellos eran urbanos, vivían todos más cerca del centro. Y nosotros, por un lado, y Vox Dei por el otro, fuimos los primeros representantes del rock suburbano; Vox Dei era el rock del Sur y nosotros éramos el rock del Oeste. Con el tiempo vinieron El Reloj, Los Piojos, Divididos, Sumo, Árbol, todo el Oeste…
-¿No pudo haber sucedido que para el momento eran demasiado vanguardistas?. Todo ese tema de la comunidad y la guía espiritual que era Dana… Recuerdo que no fueron tan bien recibidos por los otros colegas de la escena. De hecho, a Arco Iris les decían “las amas de casa del rock”
-Sí; un poco fue lo que me pasó a mí durante mucho tiempo. Recuerdo una nota que nos había sacado la revista Pelo que se titulaba Como a destiempo. Cuando todos estaban haciendo canciones, me fui para el lado del jazz rock con (el disco) Agitor Lucens V. Después, cuando todos se pudieron a hacer jazz rock, yo me puse a hacer canciones con Soluna. Y luego viene un momento donde todo se me sincroniza. Es el momento de las producciones para las películas.
-El cine, tu gran reconocimiento…
-¿Sabés?, siempre me pongo a pensar… Yo no tuve que hacer muchas películas para ganarme dos Oscar. Llevaba hechas cinco o seis, nada más. Eso es muy loco…
-A vos también siempre te interesaron temas extra musicales, como la posible existencia de vida en otros planetas…
-Aquel era el momento del hombre en la luna. Hasta se hizo un programa especial con bandas, en Canal 9. Fueron los Almendra y estaba también La Joven Guardia, porque Roque Narvaja había escrito una canción que se llamaba De chiquito me pensaba que la luna era de queso. Yo también escribí una, pero no se conserva nada. Cómo han borrado todo en los canales: han borrado todo lo de Arco iris, ¡con tanta televisión que habíamos hecho ! Quedan dos o tres pedacitos de un programa de Mancera. Llegamos a hacer especiales de TV nuestros de una hora. Con la luna llegaba el sueño de poder viajar al espacio. Ahí empecé, y siempre me interesó mucho. Cuando hicimos Agitor Lucens V, en ese momento político del país, quería hacer algo para poner en contraposición a ese mundo horrible de represión que estábamos viviendo en el país. La idea era conseguir la foto de un plato volador, pero que fuera de acá, de la Argentina. Que tuviera algo de credibilidad. Esa foto de la tapa la tomó un fotógrafo de acá que se llama Raúl Galán, del diario La Capital, de Mar del Plata. Vió ese objeto sobre el mar, paró el auto y tomó dos fotos alucinantes. Llegue a él a través de Fabio Zerpa. Y como intercambio, le hicimos a Zerpa la música para un audiovisual suyo que se llamaba El Cosmos y el quinto hombre. Lo tengo y esta buenísimo; lo hemos remasterizado y lo quiero sacar.
Una sociedad que viene de lejos. Gustavo Santaolalla y León Gieco, en su aventura de trazar un mapa musical de la Argentina en el álbum «De Ushuaia a La Quiaca», retratados por Alejandra Palacios.
-¿También trabajaste como profesor de música?
-Sí. ¡Es verdad! Lo que ganábamos tocando no daba para mantener la comunidad con Arco Iris, así que me puse a dar clases en una casa de venta de instrumentos musicales que se llamaba Netto, en la calle Venezuela. Aunque yo no sabía ni leer ni escribir música, me dije: “Enseñar es transmitir lo que sabes. Tocar la guitarra, escribir canciones… Y me inventé un sistema. Venían chicos que seguían a Arco Iris a estudiar conmigo, pibes del rock Así es como lo conocí a León Gieco. Al finalizar la primera clase, les decía a mis alumnos: “¿Sabés tocar algo?”. León tocó, y le dije: “¿Qué te voy a dar clases a vos?. Tenemos que hacer un disco juntos!”, y ahí quedó. Pasó como un año, porque en ese momento había explotado Mañanas campestres, y no parábamos de laburar. Y luego hicimos el primer disco de León, que tenía el tema Hombres de hierro.
-¿Cuánto tuvo que ver Jaime Torres en tu posterior incursión en el cine?
-A Jaime lo tenía como un groso, y en un momento dado se me da la oportunidad de producirlo. Cuando (el productor discográfico) Pelo Aprile me convoca para hacer un compilado de Jaime, me escuché, literalmente, 300 grabaciones suyas, y armé el álbum Amauta. Ahí lo conocí. Yo quería mostrarle mis canciones, pero me daba mucha vergüenza. Yo no toco con la técnica de los charanguistas, sino que tengo mi propia técnica. Finalmente, un día le doy mi música, pero le digo: “Maestro, esto es algo que hacen unos amigos mios”.
-¿Y qué te dijo?
-Unos días después, Jaime me llama y me dice: “¡Pero el que toca acá sos vos! Esto se tiene que conocer; no hay ninguna regla de cómo se toca el charango”. Y ahí junté canciones de un período de 13 años de mi vida y armé el disco Ronroco. Ese disco existe y yo existo tocando eso gracias a Jaime. Eso fue lo que me abrió la puerta a la música de las películas. Porque fue un tema de ese disco lo que le llamó la atención al director Michael Mann y lo quiso utilizar en su film The Insider, la película con Al Pacino. Sucedió lo mismo con Gonzales Iñarrirtu, para Amores perros. Así que mirá si tendrá que ver Jaime en todo esto…
Una sociedad más allá del arte
Alejandra Palacios, la compañera de una vida en la ruta
Alejandra Palacios es la compañera de ruta de Gustavo Santaolla desde 1985, año en que, munida de su cámara Nikon F3 y unos poquitos elementos más, cubrió la gira De Ushuaia a La Quiaca. Ella ya era una excelente reportera gráfica, curtida en revistas como Cerdos y Peces, Pan Caliente y Humor, cuando decidió unirse a la titánica aventura pergeñada por Gustavo junto a su socio en el delirio, León Gieco, para relevar el mas completo mapa musical del folclore en la Argentina.
Las vidas de Gustavo Santaolalla y Alejandra Palacios se cruzaron en la previa del largo recorrido que tomó forma en «De Ushuaia a La Quiaca», cuando la hija de Egle Martin asumió el rol de fotógrafa de la travesía; y no se volvieron a separar.
Alejandra y Gustavo se conocieron sólo un par de días antes de iniciar aquella increíble epopeya musical. La historia dice que inicialmente Santaolalla había pensado en (la también fotógrafa) Andy Cherniavsky, pero ella venía de cubrir una gira por Ibiza con Los Abuelos de la Nada que había durado mas de un mes, y no quiso volver a embarcarse en un viaje tan largo.
Alejandra trabajaba como laboratorista de Andy y fue ella entonces quien los contactó. Gustavo había visto unas fotos en Cerdos y Peces, que ilustraban una nota que le habían hecho a él, y cuando la entrevistó, las piezas comenzaron a encajar perfectamente. “En el viaje nos dimos cuenta de que algo estaba pasando entre nosotros”, recuerda la hoy esposa del galardonado productor, en una nota para el diario de Rio Negro.
A la par, Palacios y santaolalla, en la previa de la entrega de los Premios Oscar, en 2007, cuando el músico fue nominado por la banda sonora del filme «Babel». (AP / Reed Saxon)
En diciembre de 2004 apareció publicado por primera vez un maravilloso libro con todas las fotos que Alejandra tomó durante aquellos viajes. Hoy los dos llevan muchos años viviendo en los Angeles, y como resultado de esa unión han tenido dos hijos, Luna y Don Juan Nahuel; y hace poco llegó la primera nieta, Siena.
Alejandra es, además, la hermana de Barbarita Palacios (coreuta y percusionista en la banda actual de Santaolalla), y ambas son hijas de la gran Egle Martin, una figura señera dentro de la escena del candombe rioplatense.
La agenda del Festival Únicos
La programación de la segunda edición del ciclo comienza el martes 12 de febrero, con las presentaciones de Lila Downs (19.30) y Café Tacvba (22), y sigue el miércoles 13 con Pedro Aznar (19.30 y Santaolalla (22), el jueves 14 con Luciano Pereyra (19.30 y 22), el sábado 16 con Juanes (19) y Katherine Jenkins (21.30) y el domingo 17 con Tango & Flamenco -Miguel Poveda, Antonio Carmona, Ariel Ardit y Guillermo Fernández- (17), la Trova Rosarina (19.30), y Pedro Aznar (22). Entradas por www.TuEntrada.com
Fuente: Clarín