«Es en el tercer piso. Salís del ascensor y doblas a la derecha hasta el fondo del pasillo donde hay una puerta blanca -abrila- te vas a encontrar con la biblioteca de referencia legislativa. Una vez ahí, en el fondo del salón hay otra puerta blanca, abrí esa también y te vas a topar con una segunda puerta la cuál tenes que golpear y esperar a que te abran». Así de complejas son las indicaciones para llegar a la sala de colecciones especiales.
Guardapolvo blanco, ese blanco que suele durar poco, pelo gris – atado- anteojos y guantes de latex: Silvana Castro, filósofa, abre la puerta. El tamaño de la sala alcanza. Hay algunas computadoras, anaqueles, bibliotecas, mesas, cajas, ficheros antiguos. Suspendida a dos metros de altura está la araña. Media tonelada de bronce macizo y tulipas de cristal que iluminan el salón junto a dos ventanas esmeriladas que derriten los rayos del sol. En la mesa central: lupas de mano y una carta de Bartolomé Mitre en la que invita a cenar a Juan María Gutiérrez, un estadista, historiador y poeta argentino.
«Habiendo almorzado tan temprano no deben faltarle ganas de comer a las seis y media de la tarde. Vengase y sacaremos el vientre de mal año dándonos una panzada de conversación – histórico- literaria, sazonada con un poco de política que es el plato de moda.
Suyo siempre
B Mitre»
En lo profundo del Congreso de la Nación está la Sala de Colecciones Especiales . Ahí conservan más de 17.000 fojas bibliográficas históricas que fueron donadas o adquiridas por el Congreso.
Está conformada por cuatro colecciones: la biblioteca personal de Juan María Gutiérrez junto con un gran epistolario con las personalidades políticas e intelectuales más destacadas del siglo XIX en la Argentina. La biblioteca Palant, un compendio de libros sobre taquigrafía que incluye obras curiosas del siglo XIX y XX en varios idiomas que perteneció a Miguel Palant, director de taquígrafos del Congreso de la Nación. Decenas de estanterías pertenecen al archivo peronista formado por publicaciones oficiales, discursos, libros y documentación específica que Aramburu confiscó durante la proscripción del peronismo. Además de una colección reservada de libros antiguos, arte y primeras ediciones del siglo XIX.
Algunas de las obras históricas que se conservan en la sala Fuente: LA NACION Crédito: Silvana Colombo.
«Acá hacemos un trabajo intenso, delicado y silencioso. Trabajamos con piezas históricas. Aún así, mucha gente que viene al congreso todos los días ni sabe de la existencia de esta sala. Acá, por lo general, vienen investigadores», explica Silvana Castro, 57 años, jefa de departamento. No recuerda hace cuantos años que trabaja en la sala, calcula que más de diez.
Hace semanas que su equipo y ella planchan las 3500 cartas cruzadas entre Gutiérrez, Mitre, Sarmiento, Echeverría y Urquiza, entre otros. Las guardan en sobres de polipropileno y las llevan a una habitación totalmente a oscuras con un sistema de ventilación que mantiene la temperatura entre los 18 y 24 grados y una humedad que oscila entre el 44 y 55 por ciento. «Controlamos la temperatura con un hidrómetro. Si hiciera más frío, las hojas se resquebrajarían y con más calor se llenarían de insectos».
Silvana Castro, directora de la Sala de Colecciones Especiales del Congreso de la Nación, entre los anaqueles del salón Fuente: LA NACION Crédito: Silvana ColomboEl epistolario es la puerta de entrada hacia aquellas habitaciones circunstanciales en las que se desarrollaba una cotidianeidad que hoy cobra sentido histórico. Decenas de años después, en la Sala de Colecciones Especiales, adentrarse en esa diaria pomposa, de obras icónicas, figuras destacadas, español antiguo y una cursiva casi ilegible, resulta, si la imaginación lo permite, una experiencia casi voyeurista.
Silvana Castro
«Es usted un taimadísimo amigo de quien es preciso importunar sin descanso para arrancarle una palabra. Vamos, déjese querer, le remito un cajón que le entregará Peña el cual contiene 160 ejemplares de mi Odisea como se ha complacido en llamarla usted por una admirable mezcla de afecto e inofensiva ironía. Yo también la llamaré desde ahora mi Odisea.Volvamos a su misión de derramar la Odisea en la redondez del orbe ¿A que no ha mandado un ejemplar al Times?».
Le escribió el 22 de agosto de 1845, Domingo Faustino Sarmiento a Juan María Gutiérrez. Su Odisea era el Facundo: Civilización o Barbarie. Sarmiento había terminado la primera edición de su gran obra.
Una de las cartas del epistolario de Juan María Gutiérrez Fuente: LA NACION Crédito: Silvana Colombo«Tenemos un programa de radio que se llama Palabras Dibujadas. Es un programa especializado en taquigrafía que sale de 15 a 16 los viernes por la radio del Congreso. Ahí solemos hablar sobre algunas de las obras que tenemos en la biblioteca Palant. También entrevistamos a taquígrafos, es realmente muy interesante», comenta, Azat Ambartsoumian, de 25 años, que trabaja hace cinco en la sala y es estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Buenos.
«El video se puede editar y el audio también, los taquígrafos cumplen un rol fundamental para constatar qué es lo que se dijo en una sesión parlamentaria. De ahí la expresión ‘con luz y taquígrafos’», cuenta Ambartsoumian.
La frase la popularizó Antonio Maura, presidente de España durante los primero años del siglo pasado: «Yo, para gobernar, no necesito más que luz y taquígrafos», dijo Maura como muestra de transparencia. En la actualidad, el Congreso de la Nación, al igual que la mayoría de los países del mundo, siguen teniendo su propio equipo de taquígrafos que asiste a todas las sesiones parlamentarias.
En la sala conservan obras en inglés, francés y portugués. Son, en su gran mayoría, manuales para aprender taquigrafía. Cada autor tenía su propio sistema de códigos y símbolos. Las hojas de esos libros enseñan a leer un alfabeto, que en algún momento, supo ser descifrado por sólo una persona.
En la actualidad, el Congreso de la Nación, al igual que la mayoría de los países del mundo, siguen teniendo su propio equipo de taquígrafos que asiste a todas las sesiones parlamentarias.
Silvana Castro trae un documento secreto. Está doblemente sellado. Dice «Secreto» en rojo y debajo, «Ministerio de Aeronáutica, fechado el 28 de septiembre de 1956», todo esto, también en rojo. Las hojas amarillentas, escritas por Isaac Rojas, vicepresidente de facto de la Argentina desde 1955 al 1958, aún conservan cada golpe de su máquina de escribir.
Los documentos secretos escritos por Isaac Rojas, vicepresidente de facto de la Argentina desde 1955 al 1958. En ellos se lee la orden de incautar todos los libros de propaganda del peronismo Fuente: LA NACION Crédito: Silvana ColomboEn el documento, se lee que Rojas había dado la orden de incautar todas las publicaciones de propaganda, iconografía y libros de textos de escuelas y colegios, que hablen del peronismo. El vicecomodoro Hugo Martínez Zuviría, remitió la orden al director de la biblioteca del Congreso. En la carta repetía con palabras textuales el pedido de Rojas, sólo que le propinó un poco más de énfasis en algunas cuestiones: «Ordeno la recopilación más amplia posible de publicaciones [.] de los años de la dictadura, destinados a exaltar al tirano, a su esposa y al régimen depuesto».
El tirano y su esposa eran Juan Domingo Perón y Eva Duarte, la dictadura: el peronismo. Este documento está fechado unos días después de la llamada Revolución Libertadora, el golpe de estado que derrocó al gobierno de Perón en 1955.
Los libros incautados durante la proscripción del peronismo Fuente: LA NACION Crédito: Silvana Colombo«A Moglia le dejaron de pagar por transcribir las cartas y tuvo que buscarse otro trabajo mientras las seguía transcribiendo en sus ratos libres. Teníamos que hacer la biografía de este hombre, sin dudas merecía un homenaje», dije Castro.
Se refiere a Raúl J Moglia fue el lingüista que tradujo y reordenó todo el epistolario de Juan María Gutiérrez. De las 3500 cartas, 3080 tenían su fecha. El resto, no. De las que estaban sin fecha específica lograron fechar 350 y aún quedan 70. Gracias a su trabajo denso y dedicado, las cartas fueron transcriptas a máquina y ordenadas en cuatro tomos, legibles para cualquier lector.
«Escribimos su biografía y contamos la forma en la que trabajó para traducir y ordenar el epistolario. El libro lo presentamos en la Noche de los Museos del año pasado», dice Castro.
Escribir su biografía fue como un llamado al deber. Es la forma que encontraron para que las hazañas de Moglia aún sean recordadas, al menos, en esta sala escondida en el Congreso de la Nación.