Luego del golpe de Estado por parte del sobrino de Napoleón, el famoso conquistador, el célebre escritor, Víctor Hugo, ferviente defensor de la República fue amenazado. Juliette Drouet, su amante, lo empujo al exilio.
Pasada la medianoche del 4 de diciembre de 1851, las calles de París estaban desiertas y en ellas se aprecia la silueta de una mujer que se escondía en la oscuridad.
Corría entre los desperdicios, entre los restos de barricadas. Su cuerpo delicado y gracioso contrastaba con el paisaje desolado y arrasado por los enfrentamientos de la víspera.
Diferentes carteles habían sido pegados en las paredes con diferentes alegatos: «Al pueblo, el único soberano», «El ejército, élite de la Nación». La joven apenas los veía. Pegado a esas inscripciones, un decreto anunciaba la disolución de la Asamblea Legislativa, el restablecimiento del sufragio universal, el estado de sitio, y la futura puesta en marcha de nuevas instituciones.
Juliette Drouet no estaba interesada por las palabras de políticos ni por el poder. Desde hacía varias décadas los regímenes se sucedían y no se parecían. Había nacido en 1806 Juliette y conoció la caída de Napoleón, la Restauración, la revolución de los Tres Gloriosos, la monarquía de Julio y ahora el golpe de Estado del sobrino de Napoleón, Louis-Napoleón Bonaparte, el príncipe presidente que venía de derrocar la 2da. República para resucitar al Imperio.
Pero a ella todo eso le importaba poco, ella buscaba al hombre que amaba. Sentía que estaba en peligro, que se dejaría llevar por sus convicciones. Víctor Hugo no era solo el escritor más importante y grande que se haya conocido; era igualmente diputado y uno de los más importantes opositores del presidente.
Juliette sabía que su hombre iba a reunirse, en la rue Blanche, con los diputados de izquierda que estaban a cargo de la organización de un comité de resistencia. Había escuchado hablar de fusilamientos en donde había habido unos 200 muertos en el este de París. Los soldados habían tirado contra la multitud.
Pese a que ella era una joven actriz sin gran talento ni ambición, Víctor Hugo, le había otorgado a Juliette el mejor papel de su vida. La convirtió en su amante, su musa, su compañera, su inspiradora. La vida de Juliette tuvo un gran cambio el 6 de febrero de 1833 cuando preparaba el papel de la princesa Negroni en el drama «Lucrecia Borgia». Su autor le declaro su amor y ella se entregó a él en la noche del 16 al 17 de febrero en el camarín de la actriz Mademoiselle Mars.
Las palabras que le escribió en una de sus cartas la hacían emocionarse todavía: «El 26 de febrero de 1803 naci a la vida, pero el 17 de febrero de 1833 nací en la felicidad de tus brazos. La primera fecha no es nada más que la vida, pero la segunda es el amor. Amar es más que vivir».
A ella no le interesaban las otras aventuras de Víctor Hugo, el caso de Leonie d’Aunet con la cual mantenía una seria relación desde 1844. Aceptaba todas las humillaciones del que ella había elegido adorar. Acaso no hacían juntos largos viajes?… No conoció a su lado la trágica muerte de su hija Léopoldine?… Y acaso los poemas de amor que le enviaba no eran lo más ardiente de todo?…
Llegando al ángulo de los Grands Boulevards el espectáculo que se le presentaba era horroroso; las barricadas fueron tomadas por asalto por el ejército, los soldados dispararon contra la multitud. Los cadáveres aun estaban sobre los adoquines recubiertos de sangre.
El corazón le latía acelerado, pasaba entre los cuerpos sin vida temiendo descubrir el de su amado entre ellos. Pensó brevemente en el confort y al gran tren de vida que le ofrecía el príncipe Anatole Demidoff.
Pero prefería las buhardillas, los graneros, la sangre y las barricadas. Todo eso por el amor de un hombre.
De repente lo vio en un amontonamiento arengando a la población. Se le acercó y se puso a gritar por encima del griterío en la calle.
«Tienes que abandonar París, tu vida esta en peligro». «Nuestras ideas peligran más», le contestaba Víctor Hugo, la mirada rutilante por esa mezcla de ira y de pasión que tantas veces Juliette había visto. «Cavaignac, Lamoriciére, Changarnier y Thiers fueron encerrados en la prisión de Mazas. Y para ti será peor. El duque de Morny, nombrado Ministro de Interior, le dijo al coronel d’Espinasse que si te encontraban vivo los soldados podrían hacer lo que quisieran contigo!». “Entonces no corro ningún riesgo, ese imbécil de Morny tiene tan poco olfato como convicciones”.
La mirada implorante de su amante, algunas lágrimas de desesperanza que se deslizaban por su cara terminaron de convencerlo de alejarse a esa callejuela.
Al día siguiente Juliette Drouet lo llevaba a la casa de unos amigos, los Lanvin. «Para pasar la frontera y llegar a Bélgica era necesario un pasaporte. Aquí tienes el de Jacques-Firmin Lanvin, tipógrafo, afirmó el hombre que tenía ese nombre, al entregarle el preciado documento.
En ese instante Juliette cruzó una mirada con su amante y alentaba a pensar que ese exilio le permitiría vivir por fin, a la luz del día, su pasión con Víctor Hugo.
«Y a mi esposa quien la avisará que me voy de Francia?», preguntaba extrañado al verse de ese modo tan firme a cargo de otro. «Alexandre Dumas se encarga» murmura Juliette que había previsto todo. El escritor la miró y en un espacio de tiempo la duda lo asaltó. Podría ser que esa mujer que tanto amaba y a la que le dedicaba un culto absoluto quisiera incitarlo al exilio para apropiárselo totalmente?…
Ese pensamiento de golpe lo hizo sonreír. El 11 de diciembre Víctor Hugo se dirige a la gare du Nord y toma el tren nocturno para Bruselas. Al día siguiente iba a ver al ministro del Interior belga, Charles Rogier, que le entregaría un permiso de libre circulación.
Le anunciaba su voluntad de escribir «La historia del golpe de Estado» y se comprometía a abandonar Bélgica después de su publicación. Juliette se reunió con él al día siguiente con un baúl lleno de preciosos manuscritos del autor. Unos meses más tarde Víctor Hugo abandonaba Bélgica para instalarse en la isla anglo-normanda de Jersey y luego en la de Guernesey en 1855.
Instaló a Juliette en una casa cercana a la suya donde vivía con su esposa.
De regreso en 1870 el escritor temió de nuevo por su vida durante el sitio de París y le escribiría a sus hijos su relación con Juliette. «Me salvo la vida en diciembre de 1851 y por mi causa sufrió igualmente el exilio. Jamás su alma abandono la mía. Que aquellos que me hayan querido, la amen y los que me hayan amado, la respeten. Es mi vida». Juliette muere el 11 de mayo de 1883, dos años antes que él no habiendo jamás compartido su techo.
Está enterrada en el cementerio de Saint-Mandé en París. A pedido suyo los versos que su amante le había consagrado en 1835 fueron grabados en su tumba.
« Cuando ya no sea mas
Que apenas una ceniza helada.
Cuando mis ojos
Estén cerrados un día
Di si en tu corazón
Mi memoria está fijada:
El mundo tiene su pensamiento,
Yo tenía su amor»!
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*Jorge Forbes es un periodista argentino que reside en Francia y que desde 1982 es corresponsal en París para diferentes medios, tanto en la Argentina (Radio Continental), como de Estados Unidos (Voice of América), México (Radio Noticias) y Uruguay (Radio Sarandí).
Actualmente colabora con Diario de Cultura y con Arte y Colección y propone visitas en la capital francesa (privadas o en grupo, no mas de 4 personas) por lugares donde vivieron argentinos famosos y conocidos, así como sitios poco conocidos para turistas, incluso aguerridos en la materia. Se recomienda hacer el pedido por email a [email protected] o al teléfono celular en Francia: 00 336 0683 7915.
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