De siete metros por dos, la pintura Sin título, realizada en 1967 por uno de los cuatro integrantes del grupo Nueva Figuración, había sido una parada obligada de los funcionarios y directores de museos que asistieron ayer a la inauguración de la feria en La Rural. También, de Juliana Awada. Y ahora se sabe por qué.
Entre ellos estaba Eduardo Costantini, fundador del Malba, museo que ya posee otra obra emblemática de De la Vega (1930-1971), lo que desató una lluvia de rumores un día antes de que la feria abriera su 28ª edición. Algunos señalaron también a Hugo Sigman, empresario vinculado con las industrias farmacéutica, agroforestal y cultural, que habría estado dispuesto a pagar 1,3 millones de dólares. Nada de eso fue confirmado por la galería, acosada a preguntas por todos los medios, y Sigman desmintió que se tratara de él.
Sin embargo, según pudo saber LA NACION de fuentes inobjetables, la transacción se concretó por un valor que ronda los 1,2 y 1,3 millones de dólares. Hasta fines de la década de 1990, la obra perteneció a la colección del Diario Crónica y luego a la colección particular de Ricardo Grüneisen hasta 2016. Desde entonces permaneció en la colección particular de un residente en el exterior y la habría conservado en su casa de Barrio Parque.
La identidad del comprador y la cifra que pagó por la obra de De la Vega, en el centro de la intriga Fuente: LA NACION Crédito: Hernán Zenteno.
El acuerdo por la transacción habría ocurrido al margen de Costantini, dueño de una «hermana mayor» de esta obra, Rompecabezas (1968-70), que integra el acervo del Malba. En su colección personal, el empresario posee también Music Hall, que prestó para laretrospectiva de De la Vega que exhibió el Malba en 2003. La salida al mercado de esta obra comúnmente fuera de circulación impactó al coleccionista que, sin embargo, no hizo ninguna oferta.
Lo demás es silencio. Algo habitual en la Argentina, donde ni los galeristas ni los coleccionistas suelen querer revelar cuánto se paga por una obra de arte. En años anteriores era frecuente que la Afip golpeara la puerta de las galerías apenas se difundía que una obra importante había sido vendida en arteBA. Es raro que una pieza de esta calidad salga al mercado y cuando lo hacen, se suelen ofrecer en subastas al mejor postor.
El récord alcanzado por De la Vega en subastas es de 432.000 dólares (en Sotheby’s, en 2007), y Christie’s vendió en 2012 por 242.500 dólares uno de los cuadrados del «Rompecabezas». La obra original consistía en 24 paneles con imágenes de hombres y mujeres tomados de la mano, concebidos para generar múltiples combinaciones al variar de ubicación. El Malba posee diecisiete de esos paneles, de un metro cuadrado cada uno.
Por otra parte, el valor de las compras realizadas en arteBA no suele superar los 25.000 dólares. En las últimas dos ediciones de la feria, quedaron sin dueño las dos obras importantes de Raúl Lozza y deFernando Botero que Daniel Maman ofreció por tres millones. Este año, el galerista bajó la vara: la más cara exhibida en su stand es un conjunto de catorce obras realizadas por el Grupo Sí, valuado en un millón de dólares.
La historia de la obra
Este caso es distinto. Junto con Rompecabezas, la obra Sin títulopertenece a un momento central dentro de la producción de De la Vega: la etapa llamada «Pop-Psicodelia/Blanco y negro», entre los años 1966- 1971. Precoz y autodidacta, el artista dejó una marca importantísima en la pintura argentina de los años sesenta, por el desprejuicio y libertad con que plasmó sus imágenes. Asimiló los cambios visuales de la cultura pop, la psicodelia y los medios de comunicación, aunque radicalizó la imagen publicitaria a través de la fragmentación y distorsión de los cuerpos. Sus obras integran colecciones de importantes museos internacionales.
Fue dibujante, grabador, poeta, diseñador gráfico y creativo en agencias de publicidad. En 1960 integró el movimiento artístico denominado «Nueva figuración» y fue cercano al Instituto Di Tella dirigido por Jorge Romero Brest, donde expuso individualmente en 1967. Entre 1963 y 1966 realizó su serie de «Monstruos o Bestiario». En 1965 ganó una beca para viajar a Estados Unidos, donde estuvo muy influenciado por el movimiento Pop Art en Nueva York. En esta fase, se desvió de su estilo figurativo habitual y comenzó a incluir rostros tomados de medios populares y cuerpos que se entrelazaban. También compuso canciones, que cantó en público en lugares nocturnos de Buenos Aires.
Su ruptura de la perspectiva, aplicada con humor a la crítica de la sociedad de consumo, resultó innovadora para su tiempo. «Los cambios me movilizan -dijo De la Vega-. En Nueva York cambié la temática: adiós a las figuras mitológicas y búsqueda del hombre. Norteamérica es un mundo tan poderoso y que por contraste el hombre adquiere relieve. Abandoné el collage y me dediqué a pintar la felicidad de los americanos.»
La identidad de la persona que disfrutará ahora a diario de esa felicidad, por ahora, sigue siendo un misterio.